lunes, 16 de marzo de 2015

Las armas en la Semana Santa Marinera (IV) - Longinos

Siempre es un placer regresar a este espacio, donde observamos desde un punto de vista de la historia bélica aquellas guardias de nuestros tronos-anda, las antiguas corporaciones armadas y, en general, todos los soldados de distinta época que forman parte de nuestra querida Semana Santa Marinera.

En esta ocasión, la labor se complica ya que, de nuevo, presentamos a un tipo de soldado romano como ya hicimos en su momento con los pretorianos, y siempre queda la duda de la repetición. Afortunadamente, el gran imperio romano tuvo tal cantidad de matices en los guerreros que formaron parte de su tropa a lo largo de los siglos, que podemos estar seguros de contar con información nueva para este texto.

Hoy, hablaremos de Longino y de los Longinos, pues el primero fue el personaje histórico que inspiró a los segundos, cofradía cabañalera que llena de color y de historia las calles de nuestros barrios desde 1925.

La historia de Longinus, el soldado romano a quien la tradición señala como aquel que atravesó el costado de Nuestro Señor con una lanza, es compleja y rica en detalles. 

 
En su boca se ponen las proféticas palabras de Marcos, 15 (En verdad, este es el Hijo de Dios), o se llega aventurar que, siendo prácticamente ciego, la sangre y la pleura que surgió de la herida abierta entre las costillas del Salvador lo sanó, obrando un milagro.
 
Finalmente, entra en el santoral cristiano como San Longino de Cesarea, celebrándose el 16 de octubre, aunque no hay constancia de su martirio. Aunque en Juan, 19, aparece reflejada la presencia de un soldado lanceando a Jesucristo para comprobar que había expirado (a diferencia de los dos ladrones, Dimas y Gestas, a quienes se rompe las piernas para precipitar la muerte), sólo en textos apócrifos y muy posteriores se menciona a Longino.

Pero Longino era uno entre muchos. Podemos asegurar que perteneció a la X Legión Fretensis que estuvo desplegada durante décadas en Siria y Judea, participando en la Primera Guerra Judeo – Romana (hemos de recordad que Pilatos fue cesado de su puesto por aplastar de forma particularmente sangrienta una revuelta de los samaritanos); los soldados romanos que vivieron aquellos tiempos turbulentos no fueron precisamente bien recibidos por unos judíos que llevaban siglos defendiéndose de ataques, asedios y conquistas, y no llevaban precisamente bien el hecho de ser “pueblo sometido”.
 
 
 
Respecto a lo que nos compete, el armamento de Longinus y de la tropa asentada en Judea, hemos de suponer que, como todos los legionarios romanos (tal y como comentamos en el artículo sobre los pretorianos), de aquella época, portaría lórica (armadura), una toga de color claro (pues el tinte era raro y considerablemente caro para el soldado), y las armas habituales. Quizá lo más curioso es que en prácticamente todas las representaciones aparece con una capa, cuyos extremos cuelgan sobre los hombros o los brazos, por lo que la capa corta que portan nuestros propios longinos sería una forma adecuada de ajustarse, si no ya a la historia, sí a la representación del santo.
 

 
 
Quizá el único error destacable que podemos observar en nuestros longinos respecto del soldado romano asentado en Judea sea, precisamente, la lanza. 
 
 
 
Mientras que nuestra corporación de longinos porta una clásica alabarda medieval (un arma de asta larga, rematada por una cabeza de hacha y el extremo de una lanza), que no se vio en Europa hasta bien entrado el siglo XIII, la lanza del Longino era considerablemente distinta y tiene su propia leyenda: Del mismo modo que hay distintos cálices que pueden señalarse como aquellos que acompañaron a Cristo y a los apóstoles en la última cena, el arma de Longinus (llamada lanza sagrada o lanza del destino), también aparece repetida como reliquia, tanto en el propio Vaticano como en Viena (Austria).
 
 
 
Se trataría, pues, del hasta romana, una lanza de empuje, a diferencia del clásico pilum pesado, o la veruta, más ligera, que eran lanzas arrojadizas. A pesar de que los soldados que utilizaban de forma habitual la lanza, los hastati, fueron transformándose progresivamente en legionarios armados con lanzas arrojadizas y espadas (gladius), el hasta nunca se abandonó por completo, y en las guardias ciudadanas, donde armas tan contundentes como el pilum resultaban inefectivas, se empleaba de forma habitual la lanza.
 
 
Como siempre, agradeciendo el tiempo que habéis dedicado a leer mi escrito, y a la espera de compartir uno nuevo con todos vosotros, me despido compartiendo un pedacito de historia semanasantera, en esta ventana que es el blog de EOS.
 
JOSÉ VILASECA HARO

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