jueves, 28 de agosto de 2008

La diferencia entre una mujer y un chocho con patas

No, no se trata de ningún chiste machista; como sé de buena tinta que me visitan respetables féminas, no provocaré su ira y dejaré claro, desde el principio, que el artículo de hoy no tiene nada que ver con las coñas de la mujer en casa y con la pata quebrada. Vaya el aviso por delante...

Lo cierto es que, viviendo una época especialmente plácida con mi mujer, y teniendo la suerte de compartir tiempo y espacio con mujeres con personalidad y carácter, empezando por mi propia madre, pasando por mis compañeras de trabajo y terminando por mis pocas pero magníficas clientas y amigas, me ha venido a la mente algunas de las mujeres que formaron parte de mi pasado y que me han animado siempre a pensar aquello de "los tres cerebros de las niñatas" que en su día ya expliqué precisamente en el artículo Jodida Niñata.

No solo fueron "candidatas" sino también amigas de las del paño de lágrimas y el hombro donde apoyarse; a diferencia de los adoradores del goblin apuñalador de sandías y la borrachera de la 3ª partida de Torneo warhammil, procuro alejarme siempre que puedo de histéricas gilipollas capaces de, al mismo tiempo, enfundarse camisetas reivindicativas y de mamarla como un botijo sin importarle que el propietario del "pilón mamado" sea un cabrón con pintas al que le cueste respirar y pensar a la vez... Por desgracia, no siempre lo he conseguido.

Quiero dedicar, pues, este rinconcito para todas aquellas que alguna vez "fueron" algo, y que ahora deben estar donde Cristo dio las tres voces (y no tengáis duda de que muchas se lo merecen...)

Uno, que ha sido precoz aunque no se note, se enamoró perdidamente con tan solo ocho años de una chiquita encantadora llamada Lucía, una preciosa niña rubia que ceceaba un poco (a su hermana se le notaba más), y que fue vecinita añorada y deseada mientras vivimos en la calle Mediterráneo. Supongo que aquí esperaréis que diga algo así como nunca me atreví a decirle nada y el mío fue siempre un amor secreto; pues no, apenas cumplí los nueve y Lucía ya sabía que me gustaba, que me parecía guapa y que no me importaba esperar diez años o más para hacerle media docena de Joselines... Aunque, claro está, no creo que en aquella época supiera cómo se hacían los Joselines, pero supongo que me entendéis... Que mi mujer ahora se llame Sara y sea morena supongo que servirá como prueba de que a Lucía no le interesó la oferta... o, si le interesó, nunca puso las condiciones encima de la mesa. Según tengo entendido, casi un cuarto de siglo más tarde, ahora ha tomado los votos. Jodó, espero que mi apasionada declaración de crío acostumbrado a Ulises 31 y a D'Artacán no tuviera nada que ver en su decisión...

La ventaja de convivir rodeado de cuarenta pililas (¿colegios mixtos?, ¿qué es eso?), es que tenías cuarenta colegas más o menos cercanos, y ninguna teta a distancia de carga por la que pelearte con tu mejor amigo. Supongo que, después de Lucía, la siguiente amiga / amada que pasó por mi viva fue Pepi Ros, a la que conocí en 2º de B.U.P. La verdad es que fue más amiga que amada, y recordarla, recordar aquellos momentos, me supone saborear de nuevo un caramelo agridulce.

La experiencia me dicta, y es lo que suelo comentar a los chavales que ronda los 16, que en esa edad, antes que una amiga, vale la pena tener un "rollo" o, mejor aún, nada. Porque a los 16 los tíos seguimos pensando en click de Playmobil aunque ahora tengan forma de miniatura de Warhammer, mientras que a muchas mujeres se les empiezan a despertar instintos contradictorios... que, por lo general, suponen que necesitan dos hombres: Uno que se las beneficie, y otro que ponga el hombro para que lloren porque se las han beneficiado... Ni decir tiene cual fue mi papel y, lo peor, es que fue un papel ALEGREMENTE ACEPTADO, porque me han parido como me han parido y el rol de cabrón con pintas (ayvá, otra vez este término por aquí...), nunca ha ido conmigo...

Así, Pepi, la amiga amiguísima de confidencia compartida pero beso ausente, la chica aventurera, llegó como un huracán desatado, con mucha fuerza pero dejando un erial de preguntas sin respuesta. ¿Y si le hubiera dicho si quería algo conmigo? No te atreves, claro, por no romper la "magia". Piensas que no quieres ser como "los otros", esos que se intentan aprovechar de ella (y de muchas otras), pero en tu fuero interno te cambiarías por ellos, ya que, a veces, ser hombre en la adolescencia es como formar parte del aparato digestivo: Si eres la boca, te lo comes todo... y si eres el ano, no haces más que ver mierda.

No quiero que penséis que me pasé la adolescencia mirándome el ombligo (entonces aún podía) ni matándome a manuelitas de esas que embrutecen el espíritu... Mientras soportaba estoicamente las ambigüedades de Pepi, andaba tras la caza de Patricia Valls, otra preciosidad rubia (como mi mujer, ¿no?...), princesa desvalida, frágil trozo de porcelana, a la que rondé como un capullo durante curso y medio. Patricia hablaba despacito y le quedaban poéticas marcas en las mejillas cuando lloraba (o, al menos, eso decía ella); supongo que en aquel momento pensaría que me estaba calzando a mi amiga Pepi porque, cuando le pedí salir, me envió amablemente a pastar al campo más cercano y, quince años después, las pocas veces que hemos vuelto a cruzarnos por la calle (la última iba con un bombo importante...), se ha cruzado apresuradamente de acera, como si en vez de declararme me hubiera ciscado en sus muertos. Así que mi bachillerato acabó sin poder tocarle un muslo a quien quería (Patricia) y con la vitola de haberle metido de todo menos miedo a Pepi (evidentemente, sin conseguirlo).

Como supongo que aquí llegaran lectores de todo tipo, respetables e hijoputas por igual, no me apetece lo más mínimo que me imaginen como soy ahora haciendo el gili como lo hacía entonces. In ilio tempore servidor de ustedes pesaba setenta y cinco kilos, y llevaba una talla 42 de pantalón cómodamente. Un bombón, y no es porque yo lo diga; más que nada porque ahora que cualquier sietemesino hace leña de mi sobrepeso, de mis canas y de los pelos de mis glúteos, que sepa que no siempre ha sido así... y que, precisamente cuando era un figurín no me he comido na de na...

Paréntesis cerrado, no quisiera dejar pasar la oportunidad de recordar a Mª Ángeles Concepción Pérez Ruescas (Marian para todos, Conchi cuando queríamos cabrearla); un intento de ligue y amiga que no fue lo primero ni dejó que fuéramos lo segundo, cuyo estado general era cabreado y tenía una palanca de cambios con solo dos velocidades: Gruñir y Rugir. No la entendí nunca, misógina y borde, siempre a la que saltaba, y forma parte de esa larga lista de personas a las que no me hubiera importado no conocer... Esté donde está, espero que la vida le haya dado lo que se merece...

Para terminar, mi paso por la primera madurez empezó mal (el primer año, trabajando por la noche y estudiando por las tardes, fue algo así como mi pene: Largo y duro); y continuó peor, encontrándome con la más diversa suerte de bombones de buen ver que parecían tenerlo todo bien claro, pero acabaron siendo la suma de todas las anteriores (amigas y chochos posibles), sumado a algunas que no he mencionado por falta de tiempo y, sobre todo, ganas...

Pero, claro, la hamburguesa nunca es tan grande, ni tan sabrosa, cuando te la ponen en el plato después de estar media hora viéndola en los rótulos del McLeches. Y el tenerlo todo bien claro claro se acaba convirtiendo en un ay, Jose, es que te quiero... como amigo, o peor el vamos a darnos tiempos porque mañana, ¿quién sabe?, más adelante... Lo que, traducido al cristiano, quiere decir soy una guarra que se va todos los "findes" a la discoteca a pasarse por el pedrusco a uno nuevo cada sábado; cuando necesite al padre de mis hijos y tenga claro que no vas a ser un cerdo salido como los que me trajino, igual me acuerdo de tí... Mientras tanto, como esto es un "dar y recibir" (ellas dando por el culo, yo recibendo largas y más largas...), pásame los apuntes corazón, hazme este trabajito, vente a tomar café que te ponga los dientes largos, vámonos al cine que hoy me han dejado tirada como una colilla, etc...

Afortunadamente, una experiencia inigualable en mi vida (cinco meses en una Escuela Infantil, a cargo), me hizo darme cuenta que el juego del todas putas como dirían en Forocoches no era el mío, y, cuando había perdido las esperanzas... apareció Sara en mi vida. Sara, mi mujer, la madre que mis hijos, la que me soporta y la que, con "los rubios", me hace levantarme cada día con una sonrisa. Por cierto, tiene cojones... pasarme la vida enamorado de rubias, convivir con una morenaza y engendrar dos rubiales...

En fin, que siempre hay un oasis femenino rodeado de desierto, lleno de zorras y perras... Mi mujer es mi oasis, claro está, pero no es el único. Conozco a un tal Josep que tiene cerca un oasis joven y animoso, que todavía me hace creer que las adolescentes no son todas gilipollas (supongo que la jodida niñata de hace un par de meses no es modelo sino excepción...). Incluso aquí, en mi trabajo, hay mujeres que bien pueden ser oasis para los hombres que tengan cerca; de corazón espero que Lydia encuentre pronto el caminante perdido que se refresque en sus aguas...

Y hasta aquí la lección de hoy. No sé lo que podéis sacar en claro, pero, por mi parte, he sacado una mujer a la que amo y un hijo que lo es todo para mí. Dicen que no hay nada que no arregle un buen final... y creo que tienen razón

JOSE VILASECA

lunes, 25 de agosto de 2008

Finiquitando Harry Potter...

Ayer por la noche, y de un tirón, devoré a base de insomnio las últimas doscientas y pico de páginas de "Las Reliquias de la Muerte", último volumen de las crónicas del niño que sobrevivió, del mago adolescente con gafas y cicatriz en forma de relámpago... Ni decir tiene que, después de casi una década con el chiquillo a cuestas, hay que elogiar de la autora que aún sabe mantener la tensión y la intriga, quizá más por saber qué cojona iba a pasar después de todo que, realmente, por su capacidad literaria, bastante mermada desde que decidión, en el 4º volumen, que el estandar debía pasar de 300 a 600 páginas.

Tengo que advertir a quien todavía no se haya leído alguno de los volúmenes de la saga y tenga intención de hacerlo, que lo mejor es que lo conozca lo más "virgen" posible, que cualquier información sobre "quién vive y quién muere" no hace sino mediatizar y banalizar la lectura; mi más sincera recomendación de que no continúe leyendo.

Creo recordar que comencé a leer la saga de Potter más o menos cuando comenzó el revuelo y se empezó a hablar de saga cinematográfica; creo recordar que fue mi mujer quien me regaló el primer número, sabedora de que prefiero leer una historia antes que verla en la pantalla. Y la verdad es que el primer volumen ("La Piedra Filosofal"), junto con los dos que le siguieron ("La Cámara Secreta" y "El Prisionero de Azkaban"), siempre me han parecido los más agradables de leer, los más inocentes, los que describen mejor la confusión de Harry, la vida en el castillo de Hogwarts, las amistades y las enemistades... En definitiva, los que dan vida y magia a la serie.

Algunos sectores han criticado de Rowling que cogiera de aquí y de allá, modelara un imaginario propio y original, que no era tal, y lo sirviera como una tortilla desconstruida de Adriá: Lo mismo de siempre, pero más chic y evidentemente más caro.

A mí, la vida en Hogwarts me recordaba a los pocos números que se tradujeron en español de la serie Los Chicos del Castillo de Roca Negra de Oliver Hassencamp, donde un grupo de chavales tienen que ir a un internado junto a un lago que, en su día, fue un castillo medieval... y se ibuyen de esa magia de camaradería y honradez que debería dar estar rodeados de armaduras, escudos de armas y pasadizos secretos... Hay una distancia importante entre las dos sagas, tanto en tiempo como en pretensiones, pero la comuna de magos adolescentes siempre me ha recordado a Stefan, Otokkar, Apisonadora y el resto de los muchachos del internado alemán...

Hasta el tercer volumen, esto era así: Las aventuras se mezclaban con el día a día en las clases, y cada nuevo paso en el mundo de magos y brujas (los fantasmas, los pasadizos, el callejón Diagon, la Sala Común, la Copa de las Casas, etc...), se presentaba y describía como una novedad fascinante y, casi al mismo tiempo que Harry, íbamos conociendo nuevos aspectos de la magia de Rowling...

Y llegó el cuarto volumen... y ese giro adulto de la serie, donde había miraditas, besos bajo el muérdago y calentones adolescentes se rubricó con la muerte de uno de los personajes, una costumbre desagradable que seguiría hasta el final donde muere hasta el apuntador. Así, el final de los cuatro últimos libros nos deja esa sensación en la boca de jodidos y poco contentos: En "El Caliz de Fuego" palma Cedric y a nadie cree a Harry cuando asegura que Voldemort ha muerto. En "La Orden del Fénix" la espicha el tío Sirius Black y todo Cristo sigue creyendo que era un malo malote y prófugo de la justicia. En "El Príncipe Mestizo" (me niego a llamarlo por su título traducido, ¿qué de malo tiene la palabra mestizo?), defenestran a Dumbledore y aunque todos saben que ha sido Snape, nadie se atreve a asegurarlo... Y en el último, pásmense, que hacen una escabechina (extraña y poco coherente) de la Orden del Fénix y la familia Weasley, forzando un happy end de cuatro páginas que nos sabe a poco... por no decir a nada.

No puedo decir que me sienta "engañado", pero la saga en sí me dejó un regustillo similar al que tuve la primera vez que leí "IT", de Stephen King: Un tocho de terror alucinante que despacha en veinte páginas su primo, el negro de Alabama... porque si ese final lo ideó el maestro del horror, es para flagerlarlo con media docena de calcetines sudados llenos de cristales...

Son muchos personajes condensados en un solo legajo; muchos personajes, muchas situaciones y conflictos, que Rowling remata de forma bastante torpe con un intermedio de veinte páginas donde hay tiempo para saber qué Snape estaba pinocho por la madre del chaval desde que tenía diez años, donde Dumbledore era un descastado pedante y traidor a la sangre (a la suya propia), pero de buen rollito y tal... y que Harry Potter había sido solo una marioneta en manos hábiles durante siete años de su vida.

El rollo pseudocristiano del bajó al infierno y derrotó a Lucifer, después de que su cuerpo fuera "mostrado", y "resucitara", me parece no solo traído por los pelos, sino un insulto a la inteligencia de los lectores, sin más. Y el epílogo diecinueve años después, donde su supone que se ha dedicado a hacerle tres chiquillos a la pelirroja de los Weasley, llamando a uno de allos "Albus Severus", ya es para meterse los dedos en la boca y buscar el váter más cercano.

Así, lo que podría ser una saga casi antológica entra en barrena ya desde el cuatro número y no solo no se recupera, sino que se estrella de forma lamentable, perdiéndose en una última conversación idiota sobre varitas entre Harry y Voldemort, el entierro breve y casi indiferente de personajes entrañables como el elfo Dobby, la pareja formada por Lupin y Tonks, o Fred, uno de los hermanos de Ron Weasley... por no hablar de las pocas explicaciones que se dan a la "mágica" aparición de la espada de Griffindor en el Sombrero Seleccionador en las manos de Longbottom...

Ni decir tiene que esperaba mucho más desde que "El Caliz de Fuego" me dejara agotado y, al tiempo, poco convencido del giro "adulto" del personaje. Creo que tres mil páginas en cuatro volúmenes no hacen mejor a un personaje que ya lo era bueno con solo la tercera parte de contenido... Lo dicho, me queda la sensación de que tenía que haber escrito dos volúmenes más cortos en lugar de precipitar los acontecimientos, que se pasa doscientas páginas para librarse de un Horrocrux y los otros cinco o seis los despacha en un suspiro, y que uno acaba teniendo la extraña sensación de que el editor le metía prisa, porque tantos años de Potter no merecían acabar así.

Y hastá aquí puedo leeer...

JOSÉ VILASECA

miércoles, 20 de agosto de 2008

El cine, quién te ha visto y quién te ve...

Un título así, parece más bien la antesala de una crítica mordaz que meta el dedo en la llaga de la crisis cinematográfica, del daño que la mula y el ares han supuesto para la industria del 7º Arte, o simplemente una forma como otra de poner a caldo a un espectáculo como otro cualquiera.

Pues no. Hoy, su Evaristo Mejode particular, va a explicar, simple y llanamente, por qué hace largos meses que ni él ni su señora pisan una sala de cine convencional, de esas donde suena la musiquita de Movierecord y hay un aro para la Coca-cola grande, pero en el que la maxi-grande se queda un poco justa...

La verdad es que he visto más cine del que puedo recordar y, desde muy joven, mi independencia siempre se ha visto relacionada con la posibilidad de salir e ir al cine. Con ese amigo de toda la vida que ha sido Juan Miguel Albors (que ahora se prepara para ser padre), las visitas al Rex, al Tyris y a otros que desaparecieron hace años forman parte de mi infancia y mi adolescencia. Con la que hoy es mi mujer, Sara, disfrutamos de las dobles sesiones del Metropol hasta que se incendió, y del ABC Martí hasta que cerró. Y fue precisamente aquí donde se produjo el punto de inflexión que me empezó a abrir los ojos y a demostrarme que el cine tal y como lo conocía, había cambiado para siempre.

Todavía soy de aquellos que piensan que ir al cine es todo un ritual: Hacer tus pipis y tus caquitas antes de entrar, para que nada interrumpa la proyección, y mantener un respetuoso silencio, aunque el Dolby Stereo esté a toda paleta. Comer tus palomitas, si es que te gustan, con la boca cerrada para que aquello no se convierta en un concierto de dientes y de mandíbulas, y, a ser posible, no sembrar con tus desperdicios los alrededores de tu butaca. Por no hablar del movil, que para algo le han puesto la opción de "silencio", ¿no?.

Pues se ve que soy el único, porque aquella vez en el Martí estuve a punto de convertirme en Hulk y correr a gorrazos a media docena de niñatos tocahuevos, que hablaban a gritos hasta el punto de no dejar escuchar los diálogos, que se reían cuando no tocaba y que, en fin, me dieron motivos para coger de la pechera al primero que se levantó a mear y plantármelo, pegadito a la nariz, para decirle amablemente que si volvía a escuchar sus voces los colgaría por las pelotas del palo mayor.

Como no me pone especialmente cachondo la idea de gastarme doce euros para liarme a bofetadas con cuatro críos de teta, y me parece un atraco a mano armada pagar esa cantidad de dinero para pasarme más tiempo chistando a los que hacen ruido que entreteniéndome con lo que veo en la pantalla, pasé al práctico y cómodo si tengo que pagar, por lo menos lo disfrutaré. O, lo que es lo mismo, aunque el televisor no pueda compararse a la pantalla, y el 5:1 se quede corto frente a los equipos de sonido de una buena sala, tipo THX Kinepolis, por 12€ tengo prácticamente la película que me dé la gana, con trailers y chuminadas por el estilo, que puedo ver cuando quiera en la comodidad de mi sofá, sin aguantar a chuloputas que no saben apagar el móviles, crías histéricas que se piensan que una tipa con pelo largo es el copón bendito de terrorífico, y otra calaña por el estilo.

Así, lo último que he visto en "pantalla grande" (y mucho me temo que va a ser costumbre de aquí en adelante), es cualquier cosa que pongan en el Autocine Star, donde puedes cerrar las ventanillas de tu coche y aislarte por completo del mundo, ajustar el volumen de tu emisora por si lo quieres más o menos fuerte, y zamparte un bocata sin necesidad de molestar a nadie.

A los que todavía soporten chiquilladas y chorradas por el estilo, mis condolencias...

JOSE VILASECA

lunes, 18 de agosto de 2008

Cobrar por jugar, o el futuro de las tiendas frikis...

Dicen que rectificar es de sabios y, a veces, por mucho que nos duela, es cierto. Mi padre, en paz descanse, no era un visionario de los negocios, pero de tonto no tenía un pelo y ya me lo advirtió en su día: Dar servicios gratis solo sirve para que, llegado el momento, nadie te lo agradezca... mientras tú tienes que seguir pagando por ese servicio. Cobra por cada partida, me dijo... y yo no le hice caso.

No le hice caso porque en un mundo friki ideal, tu cliente fiel, al mismo que aguantas religiosamente hasta las dos y media de la madrugada un viernes por la noche, no sería una puta veleta capaz de cagarse y mearse en ese sacrificio que haces por él, simplemente para ahorrarse cincuenta céntimos en una puñetera carta de Magic que, seguro, acabará perdiendo en algún rincón. En ese mundo ideal, tu Pepito Viguer particular no se compraría la Coca-cola de dos litros en la gasolinera más cercana, sino que te lo compraría a tí, que para algo le cedes la mesa donde juega a sus jodidas chuminadas compradas en Gremio de Camelotes. En ese mundo ideal, la caterva de abuelos champions del Warhammer, a quienes soportas en duelos navideños donde esperan que "palmes" de una puta vez, se gastarían dinero contigo, que les haces rebajas, en lugar de malgastarlo en los portes de un chuloputas alicantino a quien no tienen cojones de regatearle ni medio euro.

Me ha costado cuatro años y un padre darme cuenta que los frikis no somos "ideales", ni fieles ni Cristo que nos fundó: Somos una calaña consumista a la que hay que echar de comer aparte, comercialmente hablando, y para más señas podéis leer uno de los primeros artículos, de cuando un cliente te llama amigo...

Así que, ya que los servicios que las tiendas frikis prestamos a nuestros "fieles clientes" (tableros, escenografía, miniaturas, bandejas de movimiento, juegos de Club... vamos, hasta las sillas y las mesas, que en otras tiendas NO HAY y a nadie parece importarle...), no han sido ni pagados ni agradecidos... a partir de YA van a ser, por lo menos, PAGADOS.

Y es que, si cuando la cosa iba "medio bien" (es decir, antes de la crisis), el espacio de juego podía "pagarse solo" (o, al menos, su gasto no molestaba demasiado)... ahora, que es época de vacas flacas, nos parece aceptable cobrar, aunque sea de manera anecdótica, algo que antes se daba gratis... y se agradecía poco y mal. Al menos, aunque la gente siga sin agradecerlo, se le sacará la rentabilidad que corresponde.

A pesar de todo, pagar 25€ por TODO UN AÑO (en realidad, 14 meses), de mesas gratis, escenografía, juegos prestados, miniaturas cedidas, lápices y gomas para "rolear", sin contar el obsequio a los socios (camiseta o similar), un trofeo al final del año y descuentos a partir de cierta cantidad de compra, me sigue pareciendo BARATÍSIMO, por mucho que algunos llorones inmisericordes crean que no es así (sí, esos mismos que no tienen reparos en gastarse 30€ en un laser-game, una cena, un cine y la gasolina del coche del adorador de guanaminas de turno
... y todo esto EN UN SOLO DÍA. Pásmense...).

Y, en el peor de los casos, una sesión de juego de 4 horas (donde uno puede hartarse de Carcassonne, pedir que le dejen "quecos" para jugar a Ancients o simplemente dar la brasa con las cartitas de marras), puede pagarse por 1,5€ sin ser socio, si a alguien esos 25€ de antes le parece carísimo de la muerte.

Porque, sinceramente, uno no saber si estas medidas las pone por los hermanísimos gorrones que se dedican a vender sus cartas de Magic por dinerito contante y sonante, por los que se compran una horchata en el bareto de la esquina y piden que les pongan el ventilador encaradito a ellos, o por los que echan cuentas cada vez que hay una cena familiar y los 2€ por bebida y picoteo les parece un abuso de cagarse (cuando, al día siguiente, son capaces de gastarse CUATRO VECES MÁS en una pizza que acabaran tirando a la basura, y aguantarle el careto a según qué gentuza...)

Lo dicho, mejor descolgar el fusil...

JOSÉ VILASECA

martes, 12 de agosto de 2008

¿Anillos de pureza?. Lo que me faltaba por ver...

La desventaja de tener un niño en esa edad donde todavía se conforma con tararear las canciones que le gustan a sus padres y las de los dibujos animados, es que te permite desconectar una larga temporada de esa Babilonia musical terrible y devoradora que es la adolescencia; puedo seguir mi vida sin saber quién carajo es Amy Whinehouse y por qué se pone de drogas hasta las trancas, y tambien puedo librarme de conocer qué grupo de nenes imberbes recogen el cetro de "calienta-chichis", ocupado en su día por "Take That", "Backstreet Boys" y otros efebos de corte similar.

Así que entenderéis que me quedara con cara de pasmo cuando, en el último número del suplemento "XL Semanal", me encontrara con cuatro o cinco páginas hablando del nuevo grupo que convierte en agua las pepitillas quinceañeras, y que responden al nombre de los "Jonas Brothers". Por lo que leí, este grupo de tres hermanos surge a la sombra de la todopoderosa Disney, que en su día (pásmense), acogió a Britney Spears, Christina Aguilera, Hannah Montana y toda suerte de chiquillas rubias con aparato, a las que les crecen las tetas antes que los dientes, y que van de ese rollo "college" diseñado para los niños pero que acaban disfrutando los papás...

Y uno, que en cuestión de tetas y culos está más por la labor de jacas potrancas bien paridas, tipo Monica Belucci, Rachel Weisz o, en versión más light, Elsa Pataky, la idea de verme a un grupo de prepúberes (ellos o ellas) moviendo las magras caderas en el escenario, no me ponen nada. Supongo que si alguna fan histérica para por casualidad por aquí y se lee esto, seguro que entrará con el cuchillo entre los dientes, defendiendo que los Jonas y su puñetera madre son "otra cosa", que tienen estilo y que las letras de sus canciones bla, bla, bla... Pues eso, jovencita, disfrútalos mucho mientras te duren... pero no te los creas.

Digo esto porque, de todos los inventos de TBO que uno ha visto en plan "promoción bestial" en un grupo musical adolescente, el tema de los anillos de pureza me resulta la mar de cachondo en una sociedad donde el "aquí te pillo, aquí te mato" está en el subconsciente colectivo desde los 12 años.

La idea no es precisamente original; conocía los famosos "purity rings" de un reportaje de Canal Historia (o Discovery, no lo recuerdo), hace ya cosa de varios años. Se trata de una idea bastante exhibicionista del Cinturón de la Biblia Norteamericano (es decir, aquellos Estados de un cristianismo más integrista y beligerante), donde adolescentes y jóvenes adultos, más salidos que el pico de una mesa, no tienen otra cosa que hacer que ponerse un anillo bien visible en uno de los dedos de la mano para decirle a todo el mundo "eh, infiel, tengo telarañas en el prepucio y me gusta, pienso seguir así hasta que pase por el altar y me harte de fornicar a pelo y tener muchos hijos".

Supongo que los habituales ya sabrán lo que opino de los cristianos exhibicionistas y del Dios proveerá. En general, las camisetas reivindicativas, los cartelones y las banderolas porque sí nunca han sido plato de mi gusto. Así que entenderéis que el hecho de que tres muchachos vayan por la vida pregonando que siguen solteros y enteros me produce risa y lástima. Risa porque, como todo lo que rodea la orientación sexual de cada uno, debería formar parte de la intimidad personal y no convertirse en una seña de identidad, especialmente para aquellos que se ven rodeados de decenas de miles de seguidoras; lástima, por otra parte, porque pienso en los muchos que, por creencia, por convicción y porque les salía de ahí, mantuvieron o mantienen su virginidad hasta que les apetece y no montan un circo ni cobran exclusivas gracias a ello.

Creo que en esta sociedad, doctrinas y creencias aparte, se tendría que ver la virginidad más como "accesibilidad" que como algo místico y prohibido: La persona que todavía no ha mantenido relaciones sexuales completas no tiene que ser un reprimido, ni un ignorante, sino todo lo contrario; a veces, resulta preferible considerarse "inaccesible" (en plan de "niña, si te pica el chichi dile a tu madre que te lo rasque, pero yo paso de tus ansias..."), antes de verse arrastrado a la vorágine de ser el capricho de una niñata guanamina, celosa y posesiva, capaz de hacerte saltar por un aro u obligarte a cruzar la ciudad a las dos de la madrugada porque es tonta del culo y se le ha calado la moto donde Cristo dio las tres voces. Llámenme "viejuno", pero prefiero tres pajas a tres abortos, lo miren por donde lo miren.

Pero también os aseguro que obstinarse el mantenerse "puro", cuando uno ya tiene pareja estable y ganas como el que más, es una estupidez como un piano. La pureza, amigos, vecinos y Ephiras reprimidas, es algo más mental que físico, por mucho que los blogs y las carpetas de las "niñas bien" rebosen de frases idiotas acerca de lo maravilloso que es la abstiencia. La integridad no es evitar meterla en caliente, sino ser fiel a una ética, a una moral, y a unos principios que nada tienen que ver con chochos y pollas.

Así que servidor, que no lleva anillo de pureza en el dedo porque soy un pobre pecador impuro e impío, ni llevo anillos de placer en el glande porque agujereame el cuerpo no me va, se queda con los anillos olímpicos, que solo son una vez cada cuatro años y se disfrutan solo quince días. Por cierto, me voy a escuchar el partido de España de baloncesto. Eso sí es pureza... :)

JOSE VILASECA