Después
de haber hablado, en los anteriores artículos, de pretorianos romanos y de
granaderos napoleónicos, vamos a escoger en esta ocasión una figura conocida en
nuestra Fiesta y con cierta controversia histórica como son los sayones.
Para
el público general, el sayón semanasantero es un soldado de corte medieval, un
cruzado de los Santos Lugares, protector del Santo Sepulcro y custodio del
Cáliz de la Última Cena de Nuestro Señor. Lo hemos visto con saya y jubón de
cuero (como los desaparecidos Sayones de Los Ángeles).
o con cotamalla metalizada y el emblema de la cruz en el
pecho, como los Sayones de San Rafael – Cristo Redentor.
Una persona que desconociera la historia medieval, podría
sentir sorpresa ante dos formas tan distintas de representar a un mismo tipo de
soldado. Lo cierto es que, realmente, tanto la Primera como la Segunda Cruzada (especialmente la Primera), fueron una llamada
a las armas respondida por nobles y plebeyos de toda Europa desde el Reino de
Aragón hasta Bizancio y que la imagen de uniformidad de las órdenes religiosas
apenas se estableció desde entonces, y no antes. En algún caso, escuderos y
vasallos de un señor feudal podían portar la librea de este, pero no era lo más
común.
El guerrero de la Primera
Cruzada todavía tenía un aspecto de caballero normando, con
el escudo alargado y en forma de lágrima, con una cota de malla anillada o
laminada, generalmente equipado con una lanza para mantener al enemigo a raya,
y una espada para el combate cuerpo a cuerpo.
El siervo o el campesino que buscaba fortuna en Tierra
Santa, solía equiparse de forma mucho más austera, con algún tipo de corpiño de
cuero y con un hacha o espada de baja calidad (muchos de ellos formaron parte
de la llamada Cruzada de los Pobres de
Pedro el Ermitaño, a partir de 1094, derrotados en Nicea y masacrados por los
turcos).
Pero volvamos a nuestros sayones y, sobre todo, a sus armas.
Tanto en el caso de la
Corporación de Sayones como en las anteriores Hermandades y
Cofradías que han representado a estos soldados, el arma por excelencia es la
espada medieval. Se trata de un arma cruciforme, de uno o dos filos, con una
empuñadora que permitía poder esgrimirla a una o a dos manos, que evolucionaría
hacia la espada larga o espada bastarda, ya a partir del siglo
XIV, y cuyo origen se encuentra en las espadas normandas.
Se trataba de una espada pesada, que ofrecía una buena
esgrima, y que servía para atravesar la mayoría de las ligeras armaduras
sarracenas al tajo, y para quebrar huesos como arma contundente.
Cierto que en algunas procesiones hemos visto portar modelos
muy semejantes a la tradicional Tizona del
Cid, con los gavilanes o guardamanos en forma de hojas muy ornamentadas.
Este hecho se da por tratarse de una de las espadas más fáciles
de conseguir en el mercado, relativamente económica, pero quizá se aleja de la
estética puramente cruzada, siendo esta Tizona
de la imagen, tan popular, un arma ceremonial y no de combate.
Así, como única pega histórica a su armamento podríamos
echar a faltar un escudo, que bien podría ser de lágrima (Primera Cruzada) o de
heraldo (Segunda Cruzada y posteriores), pero como hemos apuntado antes, la
heterogenia de las tropas cristianas en Tierra Santa nos permite renunciar a él
(y, en el primer caso, resultaría casi imposible desfilar con él)
De nuevo, gracias por vuestra atención y un muy cordial
saludo, con el deseo que disfrutéis de estas próximas fiestas semanasanteras.
JOSÉ VILASECA HARO
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