lunes, 20 de mayo de 2013

Glosando la amistad... perdida

Querido amigo, o compañero, o camarada, o primo lejano por parte de la madre que me parió. Ese que se ha olvidado de mí, que me ha tachado de su lista de preferencias, que ha pasado de usarme como paño de lágrimas, como consejero, como transportista o como mecenas, a tratarme como plato de consolación en el bufet libre que es la vida.

Entiendo que, en ocasiones, soy más raro que un perro verde, pero sabes perfectamente como funciona mi concepto de la amistad: Lo doy todo y pido poco a cambio. Pero, a pesar de que pido poco, el hecho de que me ignores, de que me desprecies, de que me difames o de que seas generoso con desconocidos y tacaño en afecto y detalles conmigo no deja de dolerme. Yo, que te he visto nacer y crecer, que te he visto llorar con razón o sin ella, que siempre he estado disponible para cualquier cosa a un golpe de teléfono o a un mensaje de móvil o Facebook, también espero que te acuerdes de mí no para pedirme favores, para que te busque trabajo, para que me pague una cena... sino, simplemente, para que me des un triste "toque" o una felicitación en Navidad.

Para mí, tus mierdas siempre han sido importantes, pero me he dado cuenta que lo que para mí era importante, tú lo considerabas mierda... y, así, mal vamos. Mientras tú vives tu vida, y esperas que yo la entienda, la respete, y me amolde a tus costumbres, valores y horarios, yo también he tenido la mía.

Tengo dos hijos, a los que, quizá, todavía no has venido a mi casa a conocer, a traerles un simple babero. Me he trasladado de domicilio, pero quizá estás esperando a "que te ofrezca mi casa", como si fuera el regalo a los pies de un tirano; he estado ahí cuando me has necesitado, así que si no sabes dónde vivo, pregunta. He escrito muchos libros, editado dos y uno de ellos con premio literario incluido; yo sí acudí a tus momentos importantes, a tus fiestas, a tus pasacalles, a tus celebraciones... pero no te vi en la presentación de Padre Muerte o en la de Sidi. No hacía falta que compraras ninguno de ellos, pero alcé la vista y no te encontré.

También estoy a punto de terminar una segunda carrera universitaria y, aunque tú has sido de estudiar "mucho" o "muchísimo" en lugares que nadie ubicaba con precisión, y te has dedicado a airear tus discutibles triunfos por el mundo, no veo que te interese que estoy agobiado por la proximidad de mis exámenes. Una visita tuya me vendría bien, me animaría; sacaría el mejor juego de café, compraría unos pasteles y hablaríamos de los viejos tiempos. Quizá tú los hayas olvidado, pero yo no tengo esa suerte. Memoria de tísico, ya sabes...

A lo largo de los últimos años, he estado embarcado en muchos proyectos: Mantuve junto a mi mujer una tienda lúdica seis años, y esperé verte cruzar alguna vez el umbral de la misma para visitarme, algo que nunca ocurrió. Traduje reglamentos de juegos, organicé Torneos de miniaturas y saqué adelante Asociaciones donde esperaba que te apuntaras, aunque solo fuera para disfrutar de nuestra mutua compañía; seguramente, yo estuve apuntado a lo tuyo, o te ofrecí mi ayuda desinteresada.

A veces te leo poner grandes frases en Facebook acerca del auténtico sentido de la amistad, del compañerismo o de la familia, y me entra la risa tonta al comprobar que, al menos conmigo, no has predicado con el ejemplo.

Quizá agoté mis energías contigo hace mucho tiempo y te dejé por imposible, o quizá lo he hecho recientemente. Quizá, sólo quizá, seas alguno a los que todavía considero amigo, compañero, conocido o primo lejano, y aún invierta algún minuto (o muchos, quién sabe), en dedicarte unas palabras de ánimo, enviarte un correo electrónico, un mensaje, una llamada de teléfono. Ya sabes que soy como ese cachorrillo asustado, después de haber recibido tantos palos, que con muy poco se conforma; pero mi paciencia no es eterna, y si ni siquiera piensas darme "ese poco", llegará un momento en que salga de tu vida... o te saque de la mía.

Después, la excusa será sencilla: Podrás convencerte de que mi agrio carácter, mis cambios de humor y mis exigencias hacían imposible la convivencia amistosa conmigo. Seguro que encuentras mucha gente que te apoya y asegura que soy el mal encarnado. Pero recuerda que, cuando me contabas tus penas, te bebías mi vino y me pedías favores, yo no te parecía tan malo. Que quizá, solo quizá, yo sea una persona terrible... pero no soy hipócrita, pusilánime, falso ni aprovechado. No soy una rémora, no soy una garrapata, ni me arrimo al sol que más calienta. Todas estas virtudes están disponibles, elige la que más te guste.

Para todos los demás, y para lo que me necesiten, aquí está su amigo, compañero, conocido y hermano de leche, José Vilaseca.