viernes, 28 de febrero de 2014

De regreso al hogar

Me prometí a mí mismo que escribiría de forma regular en este blog. Por desgracia, no pude cumplir mi promesa, acabó 2013 y llegó 2014 con un largo silencio.

No me he ido, nunca lo hice. Otros sí lo hicieron. Aquellos que hurgaban en las entrañas de este cuaderno de bitácora allá por 2008, cuando comenzamos nuestra común aventura, hace tiempo que pasaron a mejor vida (no, tampoco murieron... aunque si he de ser sincero, no es que los hubiese llorado demasiado), por lo que la mayoría de los seguidores habituales de mis vivencias son (sois), cómplices y compañeros, más que críticos. Siento, pues, haberos decepcionado.

Si fui infiel a este espacio fue con motivos. Quizá, con la distancia, vea que no fueron motivos de peso, pero en su momento robaron más tiempo del que tenía y, poco a poco, dejé de lado este diario, que no solo se convirtió en mesario sino ya prácticamente en anuario. Y es algo que me gustaría solucionar.

En primer lugar, las explicaciones. Mi prolongada ausencia de nuestro blog se ha debido, en primer lugar, a mi cada vez más activa creación literario: Corrigiendo, primero, mi penúltima novela (que ahora debería estar siendo leída por alguno de los jurados del certamen de novela corta de terror Ciudad de Utrera), finiquitando mi tecno-thriller titulado Blatta (tener a mi pequeño cinco días ingresado durante las Navidades ayudó lo suyo), y comenzando un nuevo proyecto, que de momento anuncio con el título provisional de Share 20 y que, casi sin darme cuenta, supera las treinta páginas. No que no está mal, teniendo en cuenta que la última vez que nos "vimos" fue en septiembre...

También me ha tentado la prensa digital y, desde noviembre, colaboro de forma regular en el diario Elperiodic.com con artículos más o menos semanales. Qué menos que compartirlos con vosotros, si no habéis tenido la oportunidad de descubrirlos por otras vías.

Como esta vida es un no parar, me decidí a realizar un taller de Escritura Creativa en colaboración con la buena gente de la librería Somnis en Paper. En breve, segunda edición

Pero, como no todas las noticias podían ser buenas, la mala es que, después de casi seis años, el proyecto-Asociación-chupipandi de La Alianza del León acabó para mí. No voy a entrar en los por qué (más que nada, el hecho de tener tantos temas entre manos me anima a no encallarme en agua pasada...), pero al menos servirá para airear este blog, ya que buena parte de los contenidos de la web de la Asociación eran cosecha propia Vilaseca y, no sólo no voy a renunciar a ellos, sino que me dedicaré, con tiempo a compartirlos aquí con vosotros.

Lo dicho, he vuelto. Y, esta vez, espero que para quedarme...

jueves, 27 de febrero de 2014

Cuando la realidad supera a la ficción

No me gusta comenzar ninguna reseña con un paréntesis, pero hoy me toca. Qué le vamos a hacer. Tómenlo como una “pausa para la publicidad”, y tengan mi palabra de que no es un ejercicio de autobombo. Al menos, no demasiado.

Al final de cada artículo, al lado de mi firma, aparece la palabra “escritor”. Desde hace muchos años me dedico, como afición, a juntar letras y, con suerte y meses de espera, de ese ayuntamiento aparece un libro que, en dos ocasiones, han visto la luz en forma de edición, con su ISBN y sus (parcos) derechos de autor. Me he aventurado en el género negro, en la intriga psicológica y en el terror, pasando por la novela histórica y con un par de escarceos en géneros tan opuestos como la novela erótica o el cuento infantil. Ahora mismo, tengo entre manos un proyecto que narra las oscuras ambiciones de una cadena televisiva, una ficción extrema crítica con la realidad.

Y, a fecha de hoy, me he dado cuenta de que la termino deprisa, o la realidad me gana la carrera por varios cuerpos de ventaja. Es desalentador ver como, por muy exageradas que sean mis propuestas sobre el papel, las televisiones reales se empeñan en dar “un paso más” hacia el borde de distintos precipicios… arrastrándonos a los espectadores con ellas, como inesperados compañeros de viaje.

Telecinco ha tenido que enfrentarse, recientemente, a sendas llamadas de atención, en forma de avisos (y multas), del comité regulador correspondiente, por los elevados contenidos eróticos de “La que se avecina”, o, directamente, programar una película donde se mostraba con toda claridad un revolcón bien pegado en horario infantil. Así, esa franja en la que algunos crecimos con “La cometa blanca”, “Barrio Sésamo” o similares, se ha convertido en un campo abonado para “piuletes” y “tronaors” sin demasiado control.

Sin ir mucho más lejos, la “cadena amiga” tentó a la fortuna anunciando ominosas entrevistas a los carniceros más sanguinarios de nuestra crónica negra, sobre todo pescando en las aguas revueltas de la recientemente desahuciada “Doctrina Parot”. Hay que admitir que, en cierta forma, consiguieron que algunos de los mayores apandadores del país, sobre todo los folkóricos y “cachulis” salidos del Caso Malaya se sentaran frente a la audiencia previo paso por caja, pero el público sigue ofreciendo ciertos escrúpulos cuando le tratan de vender que violadores, terroristas o asesinos acudan a llorar sus penas frente al “teleprompter”.

Incluso la crisis que sufrimos ha permitido que surjan programas lacrimógenos como “Entre todos”, que deja en paños menores el nivel de miseria humana de cualquier telemaratón anual para recaudar fondos. Parece que pronto incluirán, en cada televisión que se venda, un sobre marrón como los del Domund, para ayudar a las misiones…

La penúltima (porque siempre viene otra peor después), que hemos tenido que sufrir frente a la caja tonta, ha sido la burda recreación del 23-F “Évole version”, al más puro estilo “La Guerra de los Mundos” de Welles, donde no solo nada era lo que parecía, sino que ni siquiera resultaba original. Un producto más de esa factoría que envió a un actor disfrazado a “Eurovisión”, y que nos vendió lo que no era; hecho que hubiera provocado, en un auténtico mercado de consumo, que denunciáramos en masa a la productora por “publicidad engañosa”, pero que en este complejo mundo que es la televisión, donde aquellos que deciden lo que vemos llegan a creer que nos hacen un favor dejándonos ver su caspa enlatada, sólo ha provocado un revuelo en las redes sociales, que al fin y al cabo no es más que un lugar donde se debate sobre a qué huelen las nubes…

Con su permiso, apago. Y, como decía en gran Marx (Groucho, no “el otro”…), cuando alguien vuelva a encender la televisión, leeré un buen libro. O lo escribiré, aunque no sea tan bueno.

Nota: Este artículo se publicó el 27/02/2014 en ElPeriodic.com