Días atrás, en
nuestro apartado Las armas de la Semana
Santa, hablamos de una imagen perfectamente identificable y muy particular
dentro de nuestra Semana Santa Marinera, como es el Pretoriano. Hoy, daremos un gran salto temporal hacia delante, de
casi dos milenios, y describiremos algunos de los detalles de las armas del
caballero napoleónico por excelencia, como es el Granadero.
Para el visitante
que descubre por primera vez nuestra Semana Santa, saltan a la vista esos
personajes bíblicos que nos caracterizan, así como las guardias armadas
romanas, bizantinas, cruzadas y, claro está, la fila apretada y elegante del
granadero, en su traje de gala, con el sable al hombro o al costado y el gorro
característico.
Muchos preguntan
de dónde proviene esa figura, casi anacrónica, dentro de la celebración de la Muerte y la Resurrección del
Señor, y debemos hacer un viaje de dos siglos, ubicarnos en aquella Valencia de
comienzos dl siglo XIX, conquistada por Suchet, y en la que la guardia
granadera francesa, tratando de congraciarse con el pueblo, releva al arma de
Artillería de su custodia de la
Dolorosa y que, posteriormente, debiendo abandonar por mar y
a toda prisa buena parte de las conquistas de la costa levantina, abandonan
armas, equipo y vestimenta, que son recuperados por los valencianos (pero
también por los murcianos, cuya Semana Santa cartagenera, por ejemplo, luce
también Hermandad de Granaderos).
El soldado
napoleónico de la unidad de granaderos es descrito, tanto en los antiguos
libros de Junta Mayor como en los legados históricos o la moderna Wikipedia como un soldado de elevada estatura equipado con sable, mosquete, hacha o
pico (pues también estaban preparados para cavar trincheras y actuar como
zapadores), y, evidentemente, un zurrón con granadas arrojadizas.
La
apreciación acerca la estatura del granadero, que tantos jocosos comentarios ha
supuesto a lo largo de los años entre los semanasanteros, no es baladí. Las
granadas napoleónicas (como aparece en la imagen) eran considerablemente
distintas a las actuales granadas de mano: Estaban hechas de cristal y no de
metal, y el hecho de que fueran utilizadas por un soldado alto le permitían un
más amplio y mejor arco de tiro, lo que le ayudaba a llegar mucho más lejos en
su lanzamiento.
En nuestro
granadero, el arma más característica, a la vista de todos, es el sable,
ligeramente curvado. Este tipo de sable es muy habitual en los oficiales y la
caballería a partir del siglo XVII, convirtiéndose en arma reglamentaria
también en la infantería, desde los temidos casacas
rojas ingleses a buena parte de los ejércitos europeos en las Guerra
Napoleónicas.
A diferencia de la espada o el estoque, el sable es un arma de un
solo filo, ligera y de corte, en cierta forma evolucionada de las espadas de
caballería o de la cimitarra sarracena, cuyo objetivo es realizar un corte
amplio y profundo, y no quedar clavada (como el estoque), ni incrustada (como las espadas de doble
puño, la espada normanda o similares).
No es
habitual ver mosquetes, hachas o picos en nuestra Semana Santa, pero sí
aparecen en recreaciones históricas de los granaderos, como este infante de
línea durante la recreación del sitio de Zaragoza:
así
como en la Semana Santa
de otras ciudades donde también sufrieron la ocupación francesa... librándose
de ella del mismo modo que los valencianos,
como los Granaderos Marrajos en
Cartagena (Murcia):
Antes
de acabar comentar que el mosquete, como buena parte de las armas de fuego de
aquella época, se cargaba por el cañón (avancarga),
de ánima lisa (y no rayada), por lo que su precisión era muy discutible. La
mayoría de los ejércitos que empleaban el mosquete, avanzaban en una línea
apretada (parecida a la forma de desfilar de nuestros propios granaderos), y se
colocaban en una o dos filas de disparo (de pie o rodilla en tierra), para tratar
de alcanzar al enemigo.
De
nuevo, espero que el artículo de hoy en mi columna en EOS, haya sido de vuestro agrado. Un muy cordial
saludo.
JOSÉ VILASECA HARO
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