Hace apenas unos días, tuvimos que leer y escuchar toda sarta de estupideces acerca del “agridulce” tercer puesto de la Selección Española de Fútbol (La Roja, como la llaman ahora), conseguido en la extraña y exótica Copa Confederaciones, antes Copa Rey Fahd.
Servidor, que es un agitabanderas compulsivo tan pronto un grupo de zagales o zagalas se enfunda la rojigualda y empieza a dar barrigazos en pos de engordar el palmarés deportivo de la nación, siente una profunda alegría al ver a sus muchachos subir al cajón sea cual sea el peldaño, tanta como la que sentí al saber que nuestras poderosas gachís del equipo femenino de baloncesto se habían traído para casa un bronce en el último Europeo, habiendo perdido tan solo el partido de semifinales frente a las sempiternas rusas.
Hombre, claro que hubiera preferido plata u oro, en ambos casos; pero para una afición como la nuestra, acostumbrada a sufrir y a caer por los penalties, por el árbitro o por el codazo de Tassoti, quedar tercero habiendo perdido tan solo un encuentro, y por la sencilla razón de que el rival jugó mejor que uno, no debería dar vergüenza, ni provocar la hipócrita catarata de críticas a entrenador y jugadores, que lo hicieron lo mejor que pudieron en una temporada que ha sido larga y dura para todos (sin desmerecerles, dudo mucho que los americanos se hayan metido cincuenta y pico partidos entre pecho y espalda como sí hicieron los jugadores de Barça y Liverpool, por ejemplo…)
Por desgracia, hemos pasado de ser una selección paquete, avergonzada de los éxitos del baloncesto, el balonmano, el vóley, el hockey, etc… a ser los tíos más cojonudos a este lado del río Pecos y que no nos tosa ni el Tato y, de ahí, a volver a ser una banda de mantas y paquetes. Creo que era Marco Aurelio quien decía sirve cien veces, falla una, y solo recordarán aquella en que fallaste y no importa que hayan pasado dos milenios: Nuestros gladiadores recibieron dos espadazos yanquis y resulta que nos olvidamos de la Eurocopa, del baile a Rusia en semifinales, de los teutones tirando el bofe por la boca corriendo como pollos sin cabeza detrás de los jugones, de las 15 victorias consecutivas y los 35 duelos invictos. Nos hemos pasado por el pedrusco, ahí es nada, a suecos, ingleses, italianos (actuales campeones del Mundo), alemanes y griegos (campeones de Europa, hasta que España llegó y dijo aquello de yo la tengo más grande), y resulta que nos tenemos que olvidar de todo eso porque una selección bien armada atrás, disciplinada, con la moral por las nubes y sin nada que perder, nos demostró que tan fácil es perder como ganar… y hace una semanita nos tocó perder.
Situaciones como esta me recuerdan al Warhammer, cuando el “champion” de la muerte recibe un revolcón inesperado en ese Torneo que pretendía ganar con la punta del ciruelo, y aparecen sus coleguitas para, a partes iguales, ciscarse en los muertos del rival, del árbitro, del Torneo y, por qué no decirlo, de su propio colega, pues al fin y al cabo la envidia es el pecado capital de los españoles. Aquí, como no hay “coleguitas” pero sí prensa afín al régimen, pues te sacan unas portadas que te tocan lo que rima con Ramones y te tienes que aguantar porque, esos mismos que escupieron a Florentino y ahora lo adoran como el Mesías regresado, esos mismos que trataron de imberbe y toyaco a Guardiola y ahora tragan quina de tres en tres, y esos que aplaudían la gestión de Juan Soler y ahora tienen que explicar por qué tú y yo, que tenemos nuestros dineritos en Bancaja, vamos a tener que pagar vía comisiones los 600 millones de leuros que el ninot de Bautista ha dejado en la caja de Mestalla en forma de números rojos, son los que antes decían que éramos cojonudos y que ahora somos unos acojonaos…
JOSÉ VILASECA HARO