martes, 18 de diciembre de 2012

PUNTOS DE INFLEXIÓN

Hablaba hace poco con mi mujer que los puntos de inflexión han sido momentos altamente productivos en mi vida. Cuando abandoné el círculo de la Asociación AMB de Burjassot a finales de 2006, rompiendo dolorosamente con algunos de los que entonces consideraba mis mejores amigos, pasé de sentarme frente al ordenador a discutir con gente que no merecía la pena o invertir mis horas de ocio en la inacabable confección de tablas de organización para ejércitos de Warhammer, a escribir novelas que, desde que tenía siete años, es lo que realmente me gusta en esta vida.

Desde entonces, he terminado Llamadme Monstruo (2007), Padre Muerte (2008), Los últimos días (2009), Sidi: Mi señor (2010), Gladius Hispaniensis (2011) y Tierra muda (2012), comenzando también mi nuevo proyecto (que llamaremos, de momento, Clavi sacra). Un libro por año, de los cuales dos ha visto la luz, y uno de ellos ha ganado un certamen literario. Que se dice pronto.

Esto me conduce a varias conclusiones lapidarias: Primero, puntuar la organización de un ejército de miniaturas es una gilipollez como un piano. Básicamente porque cada cual que juegue con lo que quiera y pueda, y si un organizador piensa que es una putada cascarse cuatrocientos kilómetros para enfrentarse a un jugador poco deportivo, o cuyas tropas solo se basan en lanzar dados como si fuera un casino, lo mejor que puede hacer es decirle al fulano, abierta y sinceramente, que no lo quiere en su Torneo. Nada de listas negras o blancas, simplemente tú con esos monigotes no vienes a mi sarao, te pongas como te pongas.

En segundo lugar, teniendo en cuenta que había empezado a escribir Llamadme Monstruo en 1998, he de admitir que vivir en exceso mi ocio lúdico me hizo aparcar mi otro ocio, el literario, durante demasiado tiempo. Como suelo decir, cuántos libros pudieron haber nacido y crecido mientras me dedicaba a la estéril labor de decidir si llevar entre tus tropas la noble compaña de los caballeros del pene tieso iba a darte puntos en el Torneo o a quitártelos...

Finalmente, y aunque me pesa, a veces uno tiene que desprenderse de falsos amigos. No es sano querer creer que se puede tener cientos de amigos del alma, como si la vida fuera Facebook, y esos puntos de inflexión de los que hablaba antes te permiten tomar aire y preguntarte si ese colega de la muerte que tienes a tu lado no es un simple palmero, un aprovechado, una rémora, y que estarías mucho mejor sin él o sin ella.

He cambiado de casa y de aires. Ahora, no solo tengo más espacio, sino que parece que hasta tengo más tiempo. Sidi consiguió un logro impensable, y no solo es momento de disfrutarlo, sino de intentar mejorar la hazaña. Sólo me queda hacer limpieza.

Un saludo

 José Vilaseca

miércoles, 12 de diciembre de 2012

NO SE PUEDE SER BUENO...

Siempre he tenido un aura maligna, lo admito. Para determinadas personas, incluso algunas que ni siquiera me conocen personalmente, he aparecido como una suerte de diablo encarnado. Me he granjeado enemistades y he dejado a muchos falsos amigos en un camino que dura ya treinta y siete años.

A fecha de hoy, no es que trate de cambiar sino que, simplemente, no veo el motivo. Quizá con el tiempo me he vuelto más prudente y, convencido de que a la mayoría de la gente le importa un carajo la verdad (ver la entrada anterior de este blog), he preferido callarme muchas cosas. Si echo la vista atrás, las últimas broncas en mi vida orbitan alrededor de haber dado mi opinión que, por ser distinta a la del que tenía delante, me ha convertido en un ser odioso para este.

Sin embargo, aparte de estar siempre dispuesto a aclarar cualquier embrollo con toda tranquilidad y delante de un café, también es cierto que me considero un caballero y que, en muchas ocasiones, no puedo ocultar la realidad si es que pienso hablar de ella; en definitiva, que si en un momento dado tengo que hacer una agenda lúdica en una sección del programa radiofónico en el que colaboro (Ya Estamos Todos, en Radio Sport Valencia 91.4 FM), pues no es cortés, ético ni lógico que olvide que existen determinados clubes o Asociaciones en Valencia, por muy tensa o distante que sea mi relación con ellos.

Así, anuncié el Torneo de Flames of War en la AMB Burjassot y su cancelación por causa de fuerza mayor (¿debí haberme alegrado por ello? ¿gritar ¡que se jodan! y sentirme realizado? No me cabe en la cabeza...), como que anuncié el doble Torneo de Fantasy y 40.000 del Drink Team Paterna. Pocos días después, recibí (junto con un par de notas del Colectivo M'Anime y de Axtec Catarroja), un mensaje de Facebook de la gente del Drink Team agradeciendo el detalle y alegrándose de que, en pocas palabras, se haya enterrado el hacha de guerra.

Sin embargo, pasan los días y me llega el rumor de que determinadas personas (imagino que ni de M'Anime, ni de Axtec ni del Drink Team), no entienden que vuelva a la neutralidad y haga referencia a un grupo con el que mi relación no era buena, y se permiten concluir que les estoy haciendo la pelota; en pocas palabras, que deben de sentirse la hostia de contentos porque siga habiendo mal rollo en el mundo lúdico, y que Drink Team y un servidor sigamos con las espadas en alto.

Supongo que el destino no ve con buenos ojos que los socios de Drink Team y yo comamos sopas juntos todos los días: Ellos han seguido su camino, yo el mío, y continuamos con nuestros proyectos y nuestras vidas sin que nos metamos el dedo en el ojo (que, tal y como anda el mundo, ya es un avance). No deseo ningún mal para nada de lo que organicen. Sé que sus Torneos por parejas se celebran generamente a finales de Noviembre, lo que significa que si tengo que hacer una agenda de eventos y llega noviembre, miraré su web o su foro, confirmaré la fecha y lo anunciaré alto y claro; si tengo que añadir que mi relación con ellos no es buena, lo haré. Y ambas cosas no significará que los odie o que los ame.

¿Y si alguien viene y me pregunta qué me parecen sus Torneos? Pues, seguramente, me subiré de hombros y admitiré que nunca he acudido. Que se informe con alguien que los haya visitado, o haya participado en ellos; y, a ser posible, que hable con varias personas distintas, que ya somos mayorcitos para quedarnos con la primera opinión que comparten con nosotros.

Quizá esta repentina bondad se me acabe si dejo la radio, si pasa la época de vender mis libros, y vuelva a convertirme en ese ser despreciable que algunos ven en mí. O, puede ser que siga siendo exactamente la misma persona, capaz de decir lo que pienso y siento, de tener una opinión sin ser pusilánime, y de hablar de cualquiera sin convertirme en un talibán de determinadas líneas de pensamiento.

José Vilaseca