miércoles, 9 de diciembre de 2009

Aitor Rico, o la obstinación del hijo de puta (con cariño, para un "anónimo")

Me había prometido a mí mismo que no iba a hablar de este fulano. Por la gloria de mi maaama y de mi paaaapa, “oyes”, os lo juro por Snoopy y por las bragas de Mafalda. Sobre todo porque el hijo de siete leches este llevaba bastante tiempo amordazado y, supongo, lamiéndose el recto en algún rincón oscuro, como bien acostumbran los chacales, las hienas y los perros del desierto. Pero como a la oportunidad la pintan calva, y se ve que sigue habiendo mucho malparido que no puede hacerse sus pajuelas adolescentes sin pensar en mí, tendré que volver a caer en el caos y en la maldad, y ofrecer material masturbatorio a estos masoquistas del blog, de aquellos que votaron el famoso soy gilipollas y entro aquí exclusivamente a hacer mala sangre. Pues lo dicho, saludo al tendido, tiro la montera y va por ustedes, señores…


Dice llamarse Aitor Rico Méndez y estudiar Psicología, pero como estoy tan acostumbrado a la mentira y a la fabulación en este perro mundillo, perfectamente podría ser esta una identidad falsa, y prefiero no apuntar con mi dedo a nadie o cagarme en la madre equivocada. Su mayor mérito parece ser haber sido compañía de asiento de atrás en el coche de algún muchachuelo warhammero, que lo llevaba y lo traía, lo que tampoco es para ponerse ninguna medalla. Y luego, lo de siempre: Que me ha visto por aquí, que ha oído de mí por allá, y que le parezco aborrecible, odioso y poco menos que el mal encarnado. Como dirían en la SER, bacalá. Otro más (de muchos) que se apunta al carro de eh, tú, alguien me ha dicho que eres malísimo de la muerte y vengo a lapidarte. Deme tres planas, dos con punta y una bolsa de gravilla, que hoy apedreamos a un tal Deuteronomio de Gaza por haber dicho “Jehová”. Etcétera.


Aunque se califica como “habitual” de la fauna friki autóctona, miren que por más que he intentado localizarlo (listados de participantes en Torneos, o el siempre socorrido Google), nunca he dado con su pista, más que nada para confirmar si detrás de un nombre hay una persona o simplemente una invención (que no sería la primera vez). Se presentó hará más de un año en una retahíla de mensajes en nuestro blog que ni he publicado ni pienso hacerlo, ya que supongo que dedicarle un artículo supondrá una satisfacción orgásmica y suficiente para su ego, y puñetera falta hace que comparta con el resto sus tontunas y pajas mentales, caducadas antes de tiempo.


Se las daba de “warhammero desde niño” y acostumbrado a acudir a Torneos (insisto, es fácil encontrar algunos nombres en Internet y localizarlos en tal o cual clasificación torneíl… cosa que no ocurre en su caso…), y su sabiduría le permitía catalogar a los miembros del Drink Team como “grandes jugadores” o al grupo Boxx como “buenas gentes” (lo que demuestra que no tiene pajolera idea de lo que habla) y, después de su presentación, cargaba por el frente con la misma murga de siempre: Que eres un mal bicho, tu trayectoria es infame, “todo el mundo dice que…”, o dando lecciones de ética gratuitas e hipócritas (me suena a chiste aquello de claro, eres muy cobarde diciendo lo que dices desde tu ordenador… cuando resulta que todos sus mensajes son anónimos y ni siquiera hemos podido confirmar su auténtica identidad.


Entre mentira y mentira, el buen “presunto” soltaba perlas como está fuera de onda dirigirte a Tony Latorre, Raúl Pucheta, Enrique Cortizo y un tal Marcelo Soto [sic] pues pocos de ellos tuvieron la oportunidad o el tiempo de formarse; todos ellos se pusieron pronto a currar” lo que confirma mi teoría: Servidor no puede enviarlos a cagar al campo, pero aquí el amigo puede llamarlos incultos y bobos sin caérseles los huevos redondos al suelo. Y, hombre, uno tiene su corazoncito y piensa que, por ejemplo, Marcelo trabaja en una óptica, con una titulación superior, y se le supone una formación suficiente para que no tenga que venir un mamarracho, que aún sigue pensando si seguir viviendo de la teta de mamá para terminar Psicología, a defenderlo. Esto es como la mili, chiquillo, que el valor se le supone a uno… y todos tenemos nuestra forma de demostrarlo.


Para rematar el pastel, y una vez despojado de argumentos, acaba aludiendo a mi “pobre madre” o al “padre muerto que nunca descansará en paz”, como razón y motivo de mi maldad desmesurada, lo que suelen ser demostraciones claras de la retórica de aquel que no conoce a su padre, y cuya madre debe dedicarse a la profesión más antigua del mundo. Y, cuando estaba todo olvidado, muerto y enterrado, vuelven a llamar a tu puerta y no, no es “Avón”, es un CABRÓN, con las seis letras que se siente la mar de dichoso porque hayas dicho que pasas del mundillo, que preferirías haber invertido mejor tu tiempo, etcétera; el muchacho vuelve a la carga, te llama mal padre, peor marido y horrible persona, y supongo que se habrá quedado tan satisfecho como si hubiese conseguido cagar después de una semanita estreñido. Cosas de la diarrea mental, supongo.


Y todo esto, pásmense, viene de un parido de quien no conozco la cara. Con quien no recuerdo haber cruzado media docena de palabras. Y, si hubiera sido así, que tuvo la oportunidad de decirme todo esto en vivo y en directo hasta hace unos meses donde todavía estaba localizado en el tenderete del león (alguna de sus misivas las termina con ese falso y socorrido: espero poder decirte esto en persona delante de un café. Vomitivo).


Podría decir que me la pela en bicicleta la vida y miserias del presunto Aitor este, y lo mejor es que de verdad, me la pela. He evitado publicar algunos de sus “anónimos” incendiarios en el pasado, simplemente porque no me gusta dialogar con un sietemesino a quien no conozco, a quien no veo la cara, y que tiene la desfachatez de hablar con toda ligereza de mí, máxime si se encuentra instalado en una carrera universitaria donde se supone que uno debe demostrar criterio, equidad y un par de neuronas sanas. Da miedito que un tío que va a ejercer de psicólogo se muestre tan extremista y se parapete, se enroque, en solo una parte de la realidad.


Lo cierto es que tengo demasiadas cosas en mente como para preocuparme más de lo necesario por un mindundi con un capazo de tiempo libre (la envidia me corroe, pensando en un adolescente colgadito de las faldas de mamá y enganchado a una licenciatura sin vocación, con poco oficio y menos beneficio… Nótese la sutil ironía), sin cargas familiares, sin auténticas responsabilidades, neófito en el mundo del hobby (y, por tanto, ignorante del “mar de fondo” que hay por estas aguas, que es movidito, por cierto), mal informado y peor asesorado.


Imagino que llamarle de todo, menos bonito, servirá para poco y hará más mal que bien a la imagen que tenga de mí. Pero, como su puñetera vida me la trae al fresco, y ni vivo ni pienso vivir de mi imagen, sirva esta colleja virtual para recordarle que una cosa es “su” verdad y otra cosa es “la” verdad, y que por muy prepotente, por muy cargante, o por muy grosero que pueda parecerle, es muy posible que Aitor esté cagándola desde el principio y que, pecadillos de juventud, no esté dándose cuenta.


Pero, como dudo mucho que recapacite, y aún menos que rectifique, he de admitir que si me he permitido el lujo de publicar su última vomitona dialéctica en la sección de comentarios de Padre Muerte, es para que el resto del mundo mundial tenga un claro ejemplo de la estulticia supina de uno de estos que, el día de mañana, nos tendrán que pagar las pensiones y levantar el país.


JOSÉ VILASECA

sábado, 5 de diciembre de 2009

Doble rasero

Dicen que el pecado capital de España es la envidia. Sin embargo, si hubiera un pecado capital propio para la hipocresía y la doble moral, seguramente le andaría a la zaga.

No sé si esta rara habilidad es propia y exclusiva de los españolitos de a pie, supongo que porque he viajado poco y no estoy en disposición de comparar, pero me arriesgaría a apostar el huevo izquierdo a que somos magna cum laude en aplicar el doble rasero a todos los aspectos de nuestra vida.

Desde las formas más humildes del día a día ciudadano, a las grandes decisiones políticas, este juego de la ley pasa, pero no por mi casa nos demuestra la miseria del ser humano y lo poco que hemos evolucionado en integridad moral a lo largo de los siglos.

Así, después de un verano donde nos hartamos de trajes, de Camps y de un tal Gürtel, nos llega un otoño cargadito de Palau de la Música catalana, chanchullos inmobiliarios baleares, financiación ilegal de partidos políticos y pelotazos en forma de mociones de censura pero-solo-la-puntita en la soleada Benidorm. De tal forma que los mismos que pedían la cabeza del President de los valencianos en bandeja de plata, ahora tienen que hacerse los suecos y mirar para otro lado cuando alguien tira de la manta y nos recuerda que cuando algo huele a podrido en Dinamarca no es porque un funalo haya pisado una cagada... sino porque todos han nadado en mierda y solo esperan que nadie les acerque demasiado la nariz y compruebe a qué apestan.

Por no hablar de la santa madre del oscarizado Bardem, que gritó, alzó el puño y promovió la tarjetita solapera de No a la guerra, cuando la guerra era en Iraq y nos gobernaba un señor con bigote; ande andará la fulana (con todos los respetos... a las fulanas), ahora que no solo estamos pegando tiros en Afganistán, sino que el afroamericano que gobierna el país más poderoso del mundo (que no es Dubai), nos reclama participar en la chupipandi talibán y nuestro jefe de la ceja dice que sí, que vale, que bueno, que cojonudo... Supongo que la diferencia es que en Iraq perdimos a 9 hombres... y en Afganistan a 90 (y subiendo, por desgracia)

Bajando a la tierra, incluso en nuestros hobbys pulula la doble moral, y no voy a profundizar en ello, pues llevamos añitos de blog hablando del tema, y llueve sobre mojado: Tiendas arruinadas y abandonadas, juegos que son llevados al éxito y, de ahí, al ostracismo por el capricho de tal foro o de tal grupo de borregos. Gente que hoy se besa en la boca y mañana se odia, sin solución de continuidadd ni pre-aviso.

Quizá el secreto de todo este espinoso asunto esté en que, en definitiva, la moneda de cambio en la actualidad no es el honor, ni la palabra ni mucho menos la integridad; no tienen precio ni valor, ni se les da la importancia que merecen; antes, un apretón de manos valía más que un contrato, mientras que hoy uno se caga y se mea en el contrato que sea y, con un buen abogado, puede defender que aquello que entonces firmó libremente ahora es "cláusula abusiva" y aquí paz, y después gloria.

La solución, evidentemente, está en cambiar lo que vale y lo que deja de valer, para nosotros, y para los que tengamos que criar a nuestro lado; pero, ojito, no caigamos en la falacia de acusar a la juventud de estar asilvestrada y descontrolada, y luego seamos tan pusilánimes como para excusar a nuestros hijos de sus gamberradas, disculparlos con aquello de que la culpa es de otros, y acabar asegurando aquello de la que está liando ZP. Porque una cosa es ser el peor presidente de la democracia, y otra querer hacerlo responsable de nuestros propios errores

JOSÉ VILASECA