lunes, 28 de julio de 2008

Las pajillas y los espíritus embrutecidos...

Gracias a la joven Cintia Morate, clienta y amiga de la tienda, y probablemente una de las pocas adolescentes con las que se puede hablar durante horas sin sentir náuseas (no como la tal "Ephira", de la que hablábamos días atrás...), me enteré, en una de las cenas de viernes en "El Corazón del león", que todavía pululan por ahí maestrillos y otros tiranos de la tarima que son capaces de plantear una clase de educación sexual para un curso de secundaria con la arcaica premisa de la masturbación embrutece el alma y no caérsele los cataplines redondos al suelo después de soltar por la boca tamaña tropelía...

Hombre, amigos y conocidos con los que he podido hablar de sexo he tenido muchos: De babtistas a agnósticos, pasando por verdes de corazón rojo que chupaban la teta de un gobierno de derechas y ponían en el salvapantallas de su ordenador a su hija desnuda (¿?).

Lo dicho, de todo un poco; y si algo tengo bastante claro es que, salvo kikoargüellistas y otros retrógrados, nadie piensa ya que darle a la zambomba o proporcionarse placer digital vaya a provocar que te crezca pelo en las manos, se te caigan los dientes o te vuelvas ciego... Porque ciego, lo que se dice ciego, no te vuelves... te pones ciego, más bien...

Y uno, que es católico, apostólico y romano, sigue pensando que si Dios no quisiera que nos gustara el sexo, no daría gusto darle al perrea, perrea. Sería una necesidad puntual, como la excreción, que te alivia pero no te da vidilla, y poco más.

Insisto, aparte de la (errónea) doctrina de púlpito, cilicio y flagelo de los adoradores de Kiko Argüello (fariseo convicto y confeso, de papá rico y ramalazos comunistas...), que son capaces de aprovechar su status social para predicar, en pleno siglo XXI, falsedades propias de la Inquisición, solo recuerdo haber visto demostración práctica de estas chorradas en una persona, a la que dediqué un artículo hace unos días. Y, personalmente, no creo que tratar de poner en práctica estas doctrinas en una época donde se suele estar más salido que el pico de una mesa sea precisamente sano.

Por fortuna, la mayoría sabemos que las pajuelas no provocan daños colaterales ni en el cuerpo ni en el alma. Por desgracia, todavía hay quienes no solo lo creen (y están en su derecho de creerlo, allá ellos), sino que aprovechan su posición social para hacerlo creer a los demás, para desinformar y para inventarse una realidad de gominola que solamente existe alrededor de su camino neocatecumenal...

Y, así, con el para ser un buen kiko tienes que tener por lo menos cinco se olvidan de que no es momento de aplicar el Dios proveerá y sí tener muy claro que un hijo es una responsabilidad. Y si a un adolescente con ganas de meter, o de que le metan, tienes que ponerle, en los dos platos de la balanza, un condón en uno y un embarazo no deseado en el otro, pues no vale quitar el condón y volver al castigo de Dios si la niña se queda en estado.

No trago, señores. No me vale que me vengan con el rollo de que no me puedo hacer gayolas porque embrutecerá mi espíritu, que tengo que esperar a casarme para meterla en caliente y que, cuando lo haga, ni se me ocurra ponerme un condón, porque la vida no está para estas estupideces.

Así que, si alguien gusta de leerme y no tiene claro si prefiere darle a la zambomba o al flagelo, le ofrezco mi consejo, por si quiere aceptarlo: Hazte todas las manolitas que tu cuerpo te pida. Revuélcate con tu pareja, ocasional o permanente, cuando podáis y queráis, y protégete lo mejor que puedas hasta que estés seguro de que quieres tener un hijo; que los críos no son un producto, no tienen manual de instrucciones, ni garantía ni puedes devolverlo si no te gusta...

Un saludo

JOSÉ VILASECA

lunes, 14 de julio de 2008

Porque solo hay un ROCK, y el palo es su profeta...

No sé cuantos fieles a este blog leerán sus parrafadas estilo "Evaristo Mejode", pero supongo que una buena cantidad de ellos pasan por aquí, de vez en cuando, para echar un vistazo y comprobar cual ha sido el "amigüisimo", el "eterno ofendido", el "tocahuevos anónimo" o la "jodida niñata" a los que he puesto a caer de un burro en mi último artículo.

No negaré que buena parte de la intención de este blog ha sido esta desde su inicio hace un par de meses, dado que otro SÍ parecen tener patente de corso para decir por esa bocachancla todo lo que les plazca en su web o foro de internet y siempre acabo recibiendo yo los palos; sin embargo, en esta ocasión toca palmas en lomo ajeno, abrazos sinceros y amistad auténtica. Hoy les voy a hablar, "ñoras" y "ñores", del "energúmen" (según el Director Sales Manager de Games Workshop), caballero Don Miguel Juan Rama Jurado, Rigg Veda para los amigos...

Rigg Veda es uno de esos amigos auténticos que uno tiene a lo largo de su vida que consiguen que todavía siga confiando en la bondad innata de la raza humana. De esa clase de gente que, cuando uno está auténticamente jodido y preferiría cambiar de especie o de mundo, acaba pensando eh, muchacho, todavía queda gente como Rigg, y entonces el cielo es un poco más azul y la hierba un poco más verde...

Al buen Rigg lo conocí a principios de 2003, cuando el Club Alpeia pretendía organizar una gran Federación de Clubes de Rol (más o menos como Ximo Sanjuán ahora... y siempre con el mismo éxito). Supongo que el Foro de Bretonia, la Lista de Correo Warhammer Valencia y el Torneo de Burjassot hicieron el resto...

Siempre nos ha unido un cierto rechazo a las doctrinas de Games Workshop, un sentido del honor bastante artúrico, y que vestimos la misma camisa política. Todo eso, y que si hay algo que nos revuelve especialmente el estómago es la hipocresía. Hasta hace poco más de un año, podía meter en ese mismo y privilegiado saco a personas como Jaime Rosario, Quique Ramos o Pepe Viguer, por poner tres ejemplos (salvo en el color político, claro)... pero cuando el interés, la codicia, o la simple y pura envidia consiguieron que el trío calavera se alinearan con los adalides de la hipocresía, quedaron pocos hombres buenos, como los de la película... salvo el tío Rigg y otros más que puedo contar con los dedos de la mano, sobrándome dedos...

Y lo gracioso es que, si fuera por broncas, la que tuve con el bueno de Rigg en 2005 supera con creces todas las chorradas por las que Pepe, Quique, Jaime y otras chicas del montón me han tachado de su lista. Nos pilló a los dos con la guardia baja, a mí en una crisis comercial importante y a Rigg en un momento complicado, con el trabajo pendiente de un hilo y otros detalles que no quiero recordar, porque son entre él, mi madre y yo. La cosa empezó, se empastró y terminó con un abrazo y un borrón y cuenta nueva, a pesar de que algunos espectados hicieron buen negocio pelándome ya entonces (algunos de ellos dejarían tirado al propio Rigg, años después, por un tesorero ladrón e hijo de puta que les prometía el oro y el moro... El oro ajeno, claro...).

¿Y sabéis por qué empezó toda esa bronca, que a punto estuvo de acabar con nuestra amistad?. Pues, sencillamente, porque yo creía que se debía tratar mejor a Jaime Rosario, al que quisimos hacer UN TORNEO DE HOMENAJE cuando sus "amigos" de "War 'n Rol" le dieron la gran patada. ¡Jódete, Pepe, que por culpa del mismo chuloputas que te niega el pésame de tu padre, la palabra y hasta el agua, te encabronas con uno de los pocos que ha demostrado vestirse por los pies y tener SOLO una palabra!. De chiste cuando uno echa la vista atrás y ve cómo ha cambiado el tiempo.

La diferencia, evidentemente, es que Rigg sí tenía MOTIVOS (que no excusas) para estar tenso, inquieto y molesto, conmigo y con quien fuera. La diferencia es que, explicándole mis propias razones, lo que me ocurría, lo que pasaba en mi negocio y por lo que estaba tan preocupado, LO ENTENDIÓ como cliente y como amigo. Y la diferencia, en definitiva, es que no hubo ni vencedores ni vencidos, solo dos amigos que se dieron un abrazo y empezaron una nueva época en su amistad, con otra perspectiva y, sin duda, con más sabiduría.

Del buen Rigg he vivido los buenos momentos, como su enlace (por desgracia y por economía, no pude acudir), su entrada en la policía Portuaria, su Harley... y también los malos, como las puñaladas (y los zarpazos a la tesorería) en Forjando Leyendas, o esa época (nunca finita) en la que nuestros "comunes amigos" siguen mirándolo de reojo, pensando que es parte del "Eje del Mal", soplón de Vilaseca, malo maloso que conjura en las sombras, y todas esas cosas que solo pueden sospechar los que, como el ladrón, creen que todos son de su condición...

Y, a pesar de que siempre voy dando palos, esta vez quiero pedir un brindis por alguien a quien conocer ha valido la pena. Y con cuya amistad espero contar durante mucho tiempo.

Va por tí, mi querido energúmeno

JOSÉ VILASECA

martes, 8 de julio de 2008

Ayer me llamaron "Señor"...

Si existe prueba irrefutable de que uno se hace mayor, aunque le joda, no son las canas, ni las arrugas... sino que alguien se dirija a ti como "señor".

Ya antes había escuchado este apelativo, a veces detrás del mostrador de la tienda, o al otro lado del escritorio del despacho, pero siempre salía de boca de algún chaval al que doblas en edad, lo que supone un cierto alivio y, a veces, te anima a esbozar una sonrisa. "Señor", dices, pero si estoy hecho un chiquillo, a ver, ¿cuantos años me echas?. Etcétera...

Pero si ese mismo "señor" se escucha de labios de otro señor, este de mediana edad, en la frontera de la jubilación, produce una sensación de abatimiento inexplicable.

Ya sé que en mes y medio cumpliré los treinta y tres, que es esa mística edad con la que contaba Jesucristo cuando lo crucificaron, y en la que si aún queda algún vestigio de la adolescencia en ti, mejor coja usted una pala y entiérrela, porque ya no hay vuelta atrás... Supongo que aquel que me llamó señor no sabía que tengo un chiquillo, o que llevo casi once años con mi mujer (que se dice pronto...), ni que el próximo septiembre soplaré treinta y tres velitas. Simplemente, se tuvo que dirigir a mí, me vió... y no le salió un "¡oye, muchacho!" o un "perdona, chico", ni siquiera un rudo "¡eh, tú!"... sino un lapidario "oiga, señor". Una forma muy educada y correcta de darme una patada en las bolas, aunque, pobre hombre, tampoco tiene ninguna culpa...

Supongo que resulta chocante, después de tantos años esperando que alguien utilice el "usted" para dirigirse a mí, después de terminar la universidad, el postgrado y entrar en la función pública, criar a un chiquillo y convertirme (a mi pesar) en cabeza de familia de DOS familias, que me siente mal que se dirijan a mí utilizando ese término. Un término que me gusta, todo sea dicho de paso, que describe a la perfección y con solo cinco letras a los que se visten por los pies, a los que mantienen el tipo, a los que tienen clase y modales...

Aún así, uno que tiene alma de niño, no puede más que sentir un escalofrío cuando se le nombra de tal modo. Como si alguien, en un lugar lejano, le acabara de dar una vuelta al reloj de arena de tu vida.

Sea, pues, señor.

JOSÉ VILASECA