martes, 4 de agosto de 2009

Odiando internet

Hace poco, un buen amigo me comentó que estaba comenzando a hartarse de la "neutralidad" y el "anonimato" de internet, donde cualquier parido puede soltar sapos y salamandras por la boca (o por el teclado), sin tener que mirarle a los ojos a su interlocutor, vía foro, blog, metroflog, grog y otros tantos "og"...

Y servidor, que siempre ha abogado por la ventaja de la red de redes para acercar semejantes, hace tiempo que empezó a tener que "autobanearse" y evitar visitar según qué ciberlugares, y hablar según con qué gente. Yo, que me he gastado un dineral en sellos cuando la única comunicación escrita con gente lejana se hacía vía correo ordinario, y que he intercambiado artículos, imágenes y un largo etcétera cuando aquel proyecto de fanzine llamado Desastre unió mi ilusión a la de otros muchos repartidos por la península.

Lejanos resultan aquellos tiempos en los que te alegrababas de ver, en cualquier revista especializada, a una persona que jugaba a lo mismo que tú en la otra punta de España, y allá que le enviabas una carta, esperando ansiosamente la respuesta de vuelta durante días; si todo iba bien y acababa surgiendo una amistad epistolar, tu deseo tomaba la forma de ¡ojalá nos conozcamos algún día! y, a veces, ese día no llegaba nunca...

Con internet, todo ha sido más fácil y, curiosamente, menos emocionante. Cualquier puede poner en su perfil fotos sacadas de un book de modelos, hacerse pasar por hombre siendo mujer, o viceversa, y las cuchipandis (o sea, grupo de garrulos que siguen a un líder, o a una idea, con mejor o peor arte...), están a la orden del día, especialmente en temas marginales o frikis.

Antes, si le tenías manía a alguien era porque lo conocías personalmente: Era tu compañero de instituto, de Universidad, o te habías encontrado con él en una de las escasísimas jornadas friki-roleras que se hacían en la piel de toro, y hablabas desde la experiencia directa; ahora, vale con ser una leyenda urbana, un un amigo de un amigo me ha dicho... para que te pinten como el diablo, con cuernos y rabo, y un desconocido te odie sin conocerte. Da igual que seas el ex-novio de una histérica celosa (el Vulcano de una Miriam cualquiera, vamos...), o te cagues en el mundo y un gilipollas se dé por aludido (que los hay), para que un montón de ami@s, de prim@s y de histéric@s defensores del "otro" se lance contra ti vía messenger, correo electrónico y similares.

La frialdad y la despersonalización cibernética, ahora que tan de moda están las redes sociales, da que pensar. Mientras hace unos años echábamos de menos un medio rápido de intercambio de noticias, información y datos, ahora resulta que entramos en "oculto" a foros, blogs y nuestro propio messenger, por miedo a quién nos encontraremos por ahí. Cualquiera se llama ya "amigo" y solo nos damos cuenta, tarde y mal, que en el mismo saco que tenemos a nuestra gente, con mayúsculas, hemos metido a críos plastas, gente insoportable de más diverso pelaje, y simples conocidos con los que apenas compartiremos conversación a fe de aburrirnos o aburrirles...

Solo espero que empecemos a hacer un uso responsable de una herramienta tan amplia y precisa a un tiempo, y que vuelva la época en la que ESCOGÍAMOS con quién queríamos hablar sin tener que dar excusas vacías o asegurar que "uy, lo siento, es que me voy a comer"... a las tres de la madrugada...

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