lunes, 20 de julio de 2009

Menores folladores

Esta pasada semana hemos sido víctimas de un espeluznamiento mediático de primer orden: En un brevísimo plazo de tiempo, dos casos prácticamente calcados (o así nos los han querido vender), de niña de trece años violentamente asaltada por un grupo de garrulos de diversa edad y estado mental, haciendo hincapié en que la edad de algunos de los presuntos violadores los hace inimputables (lo que traducido al lenguaje llano, es que pueden hacer lo que les salga del miembro sin pasar por el Juzgado más cercano).

Ante estos casos servidor, que trabaja en el ramo, muchas veces prefiere pasar de puntillas, sobre todo porque hay mucha tela que cortar, muchas teclas en el piano, y, en muchas ocasiones, el reparto de capones y collejas no se debería extender solo a los nenes de hormonas revolucionadas.

Desde que una tal Miriam, cuyo aguerrido novio Vulcano apareció hace casi un año por aquí queriéndo partirse la cara por ella, me demostró que un chocho alterado es capaz de llamar "violación" a un simple "anda y que te aguante tu puñetera madre, y si no quieres follar no te pases tres cuartos de hora agitando mi sable, calientaetcétera...", me cuido muy mucho de pedir linchamiento, castración y hoguera frente a unos presuntos como estos, mientras sean, precisamente, presuntos.

No sé si será cuestión de los tiempos que corren, pero que una niña de trece años haya tenido novio y folleteo como algo "normal", pero luego no sea capaz de decir "aquí está mi figa y no consiento que os paséis un pelo conmigo, panda de salidos", qué quieren que les diga, me da muchísimo que pensar. Ojo, no estoy excusando la actitud de los sátiros, pero vivir la sexualidad como un juego de muñecas, a veces, entraña peligros que solo vemos cuando estiramos al máximo la goma elástica y ésta se rompe por la tensión.

Creo haber hablado ya de los famosos blogs, fotologs, metroblogs y potamicuerpo, donde calenturientas adolescentes son capaces de hablar del divorcio de sus papás con la misma alegría que se hacen una foto con enfoque cenital para marcar más sus tetorras, como si fueran carne que tuviera que venderse a peso, o bien fulanitos con varios ciclos de esteroides que enseñan tableta de chocolate entre juramentos y frases jip-joperas con varios millones de faltas de ortografía.

Me sigue chirriando que en los tiempos de la bonhomía y la corrección política, donde se nos ha enseñado a los chicos que las nenas no son princesas y no hay que cederles el paso, que no son sirvientas y hay que aprender a compartir labores domésticas, resulta que la máxima para ellos es ser chuloputas reggeatonero y, la de ellas, putas azotadas en las nalgas y folladas por todos los agujeros como lo más normal de mundo y, cuanto antes, mejor. Una de dos, o bien el mensaje no ha funcionado, o se ha pervertido por el camino, porque incluso aquellas que van por la vida luciendo su virginidad, su anillo de pureza y su kikez belicosa, acaban siendo más furcias que las gallinas y tienen puntazos emo-macarras que dan miedito, miedito...

Y, a partir de ahí, resulta que la culpa la tienen los jueces, los políticos, la sociedad, los medios, etcétera, como si Zapatero, Rajoy o Garzón tuvieran responsabilidad alguna a la hora de que NUESTROS hijos (nuestros, repito, no lo olvidemos), vayan enseñando el tanga a base de pantalones caídos, las tetas en el fotolog o se pongan piercings en los labios del chichi porque "es lo normal". Y, lo siento, ni Peta Zeta ni El Barbas tienen que ver en que seamos unos padres malcriadores y consentidores por naturaleza, que no controlemos lo que ven o hacen nuestros hijos por miedo al "me va a odiar por entrometerme en su intimidad", y que prefiramos rezar para que no sean "uno más entre los seis violadores" que poner de nuestra parte cuando nos toca.

La Ley del Menor, chillan ahora, hay que cambiarla. Reducir la edad penal. Endurecer las penas. MEMECES. En los tiempos que corremos, eso solo serviría para que, si dos niños se pegan una bofetada (como TODOS hemos hecho, y acabábamos jugando a las chapas con nuestro colega y la mejilla dolorida...), se acumulen denuncias de lesiones, agresión, bullying y todo ese papeleo que muchos papis y mamis gustan de mover para demostrar lo mucho que se preocupan por el bienestar de sus hijos... mientras resulta que su hijo anda por la vida con un preñador de guanaminas y con un maltratador de madres como amiguísimos del alma. En lugar de controlar las compañias de sus hijos, prefieren meterlo en una cápsula falsa de proteccionismo, donde todo se paga con regalos (no sea que vaya a pillar trauma, pobrecico), y la realidad no existe.

Y nos encontramos con que, aquello que antes conseguíamos con trabajo y edad (un ordenador, un equipo de música, etcétera... cuando "curres" o te lo ganes con las notas, chavalín), lo tenemos como regalo de comunión, o por haber suspendido solo cinco o seis asignaturas en lugar del curso completo. Y, como no se nos exige madurez ni responsabilidad en el uso de NADA (si lo rompe o lo ensucia... pues a la lavadora y punto, o se le compra nuevo...), el sexo, que es un descubrimiento necesario pero generalmente tardío, se pone a nuestro alcance gracias a internet tan pronto tenemos acceso a la red (lo que ahora, es DEMASIADO pronto). Y, como nadie nos ha dicho que sea malo, o que tenga edad mínima de consumo, ¿por qué vamos a preocuparnos de follar con doce años, o de pegar mamadas de botijo con once?.

Ahora tendría que cantar aquello de la Cuenta Naranja, el ya lo sabía... pero es que me da muchísima pereza pensar que chiquillos con veinte años están aburridos del sexo, de cuernos, de folloamigas, de perversiones y guarradas, cuando resulta que hace apenas una generación ESA era la edad en la que se empezaba a descubrir todo.

Pues sí, como diría algún energúmeno que yo me sé, esto debería solucionarse con aquello de el servicio da la ciudadanía, y que hasta para tener hijos habría que pasar un examen de idoneidad. Pero, claro, eso sería un estado facha y pepero de pesadilla, por lo que vale la pena quedarnos con el estado del bienestar, del talante y del buen rollito, donde te pueden tirar de un programa de televisión porque la locaza de su presentador piense que su ojete ha sido aludido, pero no te pueden pedir responsabilidad por tus actos porque tienes trece puñeteros años.

Así nos va...

JOSÉ VILASECA

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