sábado, 8 de agosto de 2009

Adolescencia cibernética

Casi a renglón seguido del artículo de hace unos días, hice memoria del abundante uso que nuestros adolescentes hacen de internet, y sentí un escalofrío de temor ante los malos usos que pueden darle a una herramienta que, en general, les viene grande y presta para mucho.

Que el adolescente suele tender al narcisismo o al odio extremo hacia la propia imagen, es un hecho contrastado que cualquier psicólogo infantil os podrá explicar mejor que yo; habituales de esas edades son los arrebatos de anorexia, bulimia o la novedosa vigorexia, donde chiquillos en pleno proceso de crecimiento son capaces de ciclarse por verse un poco más tableteros, como si fueran a participar en una secuela de 300. No ayuda nada que muchas webs se basen en la propia imagen (votamicuerpo y fotologs varios), donde encontramos a niños y niñas sin vergüenza y sin diccionario poniendo poses y morritos entre frases míticas del tipo Si_Lah_ChUrRih_tE_BaSiLah / TutE_cALLaH_y_Lo_AsImIlAh (perdón, voy a flagerlame con el Quijote. Ahora vuelvo...).

A mi, que el tema pedobear me va poco o nada, verle las tetas a una treceañera me resulta tan excitante como contarme los dedos de los pies, pero, evidentemente, hay gente que estas cosas le ponen y no se privan de bucear en las procelosas aguas de la pedofilia para palparle los pezones a esas niñas con aparato y chichi imberbe.

Pero, si no les da por fotografiarse como unas zorras verbeneras, pues se ponen a escribir en su metroflog lo mucho que sufren, lo triste que es su vida y lo brillante que es su prosa con el diccionario VOX al ladito, dispuesto a comprobar que esa palabreja nueva de la que se han enamorado este mes va con o sin "h"... Antes, al menos, las niñas petulantes y creías, o los émulos de Becquer, tenían que conformarse con la revista escolar, con cuadernillos Centauro o con el fanzine cultureta de turno, pero ahora cualquier capullito de alhelí te crea un blog y, con la inestimable ayuda de sus amiguetes cargantes, empiezan a chuparse mutuamente las pollas (eufemísticamente hablando, claro está), y pobre del que entre a decir buenas, que puede salir escaldado.

Abro paréntesis porque, a buen seguro, a más de uno se le habrá hinchado la vena del cuello pensando que yo también puedo ser un capullito de alhelí creador de blogs; espero que, por el bien de su tensión arterial, recuerden que llevo manchando folios desde que algunos no estaban ni en proyecto, así que me he ganado el derecho a llamar gilipollas a aquellos que hacen méritos, día a día, para recibir tal apodo.

Como ya hemos hablado tanto de los foros especializados, donde cualquier crío de teta puede pasar por un sesudo creador de FAQs y por un experto historiador, agudo estratega y brillante pintor de brocha gorda, casi que pasaré de puntillas por el tema antes de que algún sujetapalios se dé por aludido. Que sí, que en vez de ignorarme como diría el sentido común, se animan a visitarme y a poner en común con otros de su misma calaña las muchas maldades que aquí se vierten en todas direcciones. Si es que son como niños...

Y como niños son también aquellos que no hablarían de su primera paja con papá y mamá así los colgaran de sus pulgares, pero ahora ponen la experiencia en común con miles de desconocidos, con pelos y detalles. Se les llama trolls y a veces es así, puesto que sus historias rayan la ciencia ficción pero, a veces, son simples chiquillos sin nadie a quien dirigirse y que, incapaces de hablar del tema siquiera con sus amigos (cruel tiempo en que un amigo puede acabar siendo un hijoputa conocido... a mí que me lo preguntente...), explican con pelos y detalles la polución, el sueño erótico, el a un amigo le ha pasado... esperando que alguien, siquiera desde la coña y la ironía, le ofrezca un mensaje más allá de la indiferencia que lo rodea.

Pensábamos que la red de redes iba a ser una suerte de Biblioteca de Alejandría abierta al mundo, y se ha convertido en una versión corregida y aumentada de El diario de Patricia para todos los públicos...

JOSÉ VILASECA

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