martes, 14 de julio de 2009

"Padre Muerte" ve por fin la luz...

No hace mucho nos reuníamos aquí, alrededor del fuego cibernético, para contar la feliz historia de un muchacho a quien le gustaba escribir más que cualquier otra cosa en este mundo: Más que soportar a tontos a las tres que se decían colegas, más que pintar muñequitos de plomo y plástico, le entusiasmaba la idea de colocar una letra tras otras hasta hilar historias fantásticas, terroríficas, emotivas… Evidentemente, ese muchacho es un servidor de ustedes, que viene para confirmar lo que hace poco era un embarazo esperado: El parto del niño, de nombre Padre Muerte, se produjo sin novedad a lo largo del pasado 10 de julio, viernes.

A lo largo del día, de la emotiva presentación, y de las horas posteriores, hubo tiempo para toda clase de recuerdos; de algunos ya hablé en artículos anteriores pero, por intensos, quisiera recordar alguno.

Resulta, por ejemplo, difícil de describir lo que uno siente al entregar el primer ejemplar salido de imprenta, y recién dedicado, a su madre. La madre que lo parió, que lo amamantó, que le enseñó el gusto por la lectura, que le ayudó mientras empezaba a escribir a máquina, con los trabajos de clase hechos a cuatro manos y de resultado impecable para un crío de 12 años (donde el ordenador era solo una quimera lejana), y que fue crítica de todas y cada una de las páginas que han salido del carro de la Olivetti o del alma de la impresora. Lo que se siente en ese beso, en ese abrazo, cuando también quisieras besar y abrazar a tu padre, y no puedes, es difícil de explicar con palabras.

Evidentemente, como aquí pasan amigos y familia, y también toda suerte de malnacidos de padre múltiple y que no reconocerían a su madre en una reunión de putas, es más que posible que el párrafo anterior haya provocado grandes risotadas en cierto rincón anónimo de la platea; que nadie se preocupe, pues la diferencia entre conocer a tu padre, o que pueda ser cualquiera, unos nos la tomamos muy serio (porque tenemos apellido reconocido), y otros se conforman con ser hidalgos (es decir, hijos de algo… generalmente, hijos de puta).

Otros quizá penséis a qué viene ese rebote en un recuerdo tan entrañable, y es que, para saber hacia donde se va, es imprescindible saber de dónde se viene; y, en mi caso, tengo la desgracia de venir de un mundillo lleno de envidias y mala sangre, donde cualquier mindundi que presenta un programa de radio oído por cuatro gatos o pergeña un fanzine se cree capitán general de todos los ejércitos, por no hablar de aquellos tiempos en los que adorar al FAQ warhammero oficial o alternativo te colocaba en el Lado Oscuro o en la banda de los Jedi, según se mire. Así, pides que el mundo se pare, te bajas, sigues al que ha sido el rollo de toda tu vida, y seguramente algún iluminado aún piensa que la edición de la que hablas son veinte cuartillas en folio reciclable y grapadas por el medio, como si fuera la revista del cole, y que no eres más que un pringao con pretensiones.

Así, como muchos de los presentes compartís tiempo y gustos lúdicos conmigo, me gustaría recordar por enésima vez que el proyecto en sí no es un Golden Demon donde si no eres del Chorra Team eres un fuera de la ley, ni necesito la ayuda del Concilio de la Polla Erecta para dotar de prestigio mi obra, y que tengo la absoluta seguridad de que, a pesar de los silencios públicos de ex – amigos, enemigos, portapalios y sujetavelas varios, el rechinar de dientes está siendo considerable del Segura hacia acá…

Volviendo a temas más cándidos y agradables, puedo asegurar que tampoco tiene precio ver el brillo de los ojos en la mujer que amas cuando le colocas el segundo ejemplar de la edición en el regazo; la misma persona que te ha visto padecer cuando te devolvían los ejemplares de certámenes y concursos, la que te ha visto echar horas y horas durante la noche frente a la pantalla del ordenador, que por fin tiene entre sus manos el fruto de tu ilusión.

No sé si alguien apuntara el poco mérito que tiene pagar por que te editen un libro; dejadme que os conteste que mis rodillas no están hechas para hincarse en el suelo mientras le saco brillo al manubrio del editor de turno, y que no he tenido padrino que me colocara entre algodones delante del director de publicaciones correspondiente. Detrás de mí no hay una gran empresa de comunicaciones, no polemizo en el debate sangriento de los sábados por la noche en Telahínco, no me va el talante por delante ni por detrás, ni pienso enseñar el micro-pene, sobre todo porque no es tan micro ni a nadie le interesa su forma y textura más que ya saben ustedes a quien…

Ahora pasamos al next level, como en un video-juego, buscando una buena distribución y, ojalá, agotar la edición para plantearnos una segunda mayor. Pensaba que esto sería como una maratón, y se parece más bien a un tour ciclista, donde cada etapa es larga y dura, pero todavía queda camino por recorrer. Solo espero tener tanta suerte como hasta ahora, porque, paciencia, lo que se dice paciencia, he acumulado veintisiete años de ella…

JOSÉ VILASECA

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