miércoles, 19 de agosto de 2015

Escribiendo (I)

El problema principal de tratar de abarcar mucho es que, como asegura el refrán, se acaba por apretar poco. No puedo quejarme, en absoluto, de todo lo que he ido haciendo durante la primavera (la presentación de Historia de Valencia en pildoritas fue un éxito, al igual que las distintas ferias del libro a las que he podido asistir -Castellón, Vila Real, Moncofar...-, por no hablar de una nueva temporada más en Radio Esport Valencia y la próxima colaboración en la emisora de Vicente Alventosa, Play Radio 107.7 FM)

Sintiendo Valencia a tope de power...


 Sin embargo, mi furor creativo supone, por qué no decirlo, cierto abandono de este blog. En cierta forma es una lástima, sobre todo porque ha sido mi particular diván durante varios años, donde pude ciscarme alegremente en los muertos de un montón de hijos de perra del más diverso pelaje, reírme de un montón de vidas miserables (algunas de las cuales se empeñaban en compartir sus miserias), y dejar constancia de lo que he dado en llamar "el estado de la afición", apropiándome sin pudor alguno de aquella sección de la desaparecida revista de juegos LIDER; el problema es que, llegados a este punto, estando "la afición" en estado crítico, y servidor mucho más por la labor de nuevos e ilusionantes proyectos, poco a poco voy alejándome de este lugar.

Cuento con twitter, con grupo propio de facebook y con varias plataformas virtuales para ir "soltando mi lastre", por lo que... ¿qué podía hacer con mi blog personal? Pues intentar centar buena parte de mis inquietudes literarias y, así, tenerlas todas localizadas. Le ponemos un título y a correr, ¿de acuerdo?

ESCRIBIENDO (I)

Y, si os parece bien, vamos a empezar por escribir. Así de sencillo. Disfrutaba de un cortado en la cafetería Goig de Moncofar, justo tras la charla musical Jazz & Series que nos marcamos junto con el grupo Bluet (nótese el tono pedante y gafapasta de la introducción), cuando tuve la oportunidad de charlar con un par de amables camareros, que me hicieron partícipes de su intención de escribir en un futuro próximo y, con suerte, publicar; cuando alguien me comenta su deseo de ponerse frente a la temida hoja en blanco, siento algo brillante asomando en mi interior. Les animé con toda mi vehemencia para que lo hicieran. Nada de paternalismos tipo oh, te queda un gran camino por recorrer, nada de derrotas anticipadas del estilo escribir es muy difícil, y todavía lo es más el publicar. 

Con esta guisa me presenté en la Feria del Libro de Moncofar, en el stand de Librería Shalakbula

Recuerdo la maravilla de Pixar llamada Ratatouille, donde el chef fantasmal que se le aparecía a la rata protagonista insistía en que cualquiera puede ser cocinero; siempre he coincidido con ese personaje en que cualquiera puede escribir. Que nadie os engañe: no se nace escritor. No hay nada genético en ponerse a pintarrajear folios y parir best-sellers por nuestra cara bonita. Los juntaletras no pertenecemos a ninguna casta especial, a un grupo de privilegiados, por mucho que algunos se empeñen en rodearse de un halo especial, como si no cagaran cada día y medio (más o menos) o no se sobaran los genitales cuando les pica la cosa.

¿Tienes algún amigo escritor? ¿le has visto algo especial que lo diferencie de ti, llegado el caso? Pues a eso me refiero.

El camarero de Goig me hablaba de la constancia, y le puse un ejemplo muy sencillo: él quería escribir sobre tema deportivo, superación personal y educación física. Le señalé mi único abdominal y le dije mira, es sencillo; yo sé que tendría que ponerme a hacer ejercicio, ser constante, llevar una rutina... pues escribir es lo mismo. Echando la vista atrás, recuerdo la época universitaria, con más obligación que ocio, y cada vez que trataba de escribir apenas contaba con ánimo. ¿Era mal escritor? ¿me faltaba inspiración? No, simplemente había perdido la mecánica, tenía que forzar mi imaginación; si hay un único principio fundamental a la hora de escribir, es saber que nuestra imaginación es el mejor amante: responde a las caricias, a las insinuaciones, es inagotable... pero no podemos pretender que responda a nuestro deseo de estar contigo, bailar contigo y tener contigo una noche loca (y besar tu boca), así, de repente, en un aquí te pillo, aquí te mato, cuando nos hemos pasado meses sin tocarla con un palo. En realidad, si nuestra imaginación tuviera boca, nos animaría a sacudirnos la nutria en un rincón oscuro y dejarla en paz, que le duele la cabeza y mañana madruga...

Ya sé que el cerebro no es un músculo... pero, a largo plazo, funciona igual: uno no puede pretender correr la Maratón de Nueva York sin preparación alguna, del mismo modo que no puede plantearse escribir una novela sin antes haber matado a un buen montón de árboles, preparando el terreno.

Así que, mi primer consejo si usted, amigo o vecino, quiere escribir... es que escriba. Microcuentos, relatos, artículos, entradas de blog, cartas al director en su periódico favorito, reflexiones en su red social... Ya llegará el momento de saltar a la novela, si nos apetece (que, ojo, no es obligatorio). Pensemos, incluso, que ahora escribir sólo supone llenar páginas virtuales, y no comprarse los folios de quinientos en quinientos, como cuando hacía servir el mamotreto de aquí abajo.

Aunque sea difícil de creer, el abajo firmante empezó a escribir
sus cositas con un mamotreto así, allá por el 82...

Dicho esto, a descansar. Espero que la entrada haya sido de vuestro agrado y, si os apetece, en breve iré compartiendo algunas más. Un saludo

José Vilaseca




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