jueves, 11 de junio de 2009

Palos, piedras, plumas, espadas y novelas...

Del mismo modo que se asegura (erróneamente), "Palos y piedras quebrarán mis huesos, pero tus palabras no pueden herirme", el hecho de que la pluma sea más fuerte que la espada se demuestra desde el amanecer de los tiempos hasta el nacimiento de internet.

Soy de la opinión que una herida en carne viva cicatriza antes que una ofensa, y prefiero no dar ejemplos para no tener que mentar a personas que no merecen ser más que olvidadas. Pero a los hechos me remito, incluso desde mi perspectiva personal, que una palabra a veces hace más daño que un puñetazo.

Todo esto viene, y siento el hilado tan torpe, a que dentro de unos pocos días aparecerá publicada mi novela "Padre Muerte". Me gustaría añadir la coletilla "y la encontrarán en su librería más cercana", pero como todavía no tenemos claro el tema de la distribución, nos conformaremos con verla nacer, que ya haremos lo posible para que viaje.

Y, por desgracia, empiezo a escuchar el rechinar de dientes de aquellos que no se conforman con olvidarme (a pesar de tenerme siempre en mente), sino que esperan que sufra una maldición eterna y que nada me salga bien nunca jamás de los jamases. Y no sé si la inversión literaria habrá valido la pena, pero saber que tamaño número de tarados siguen con su "run run" cada vez que servidor da un paso, hace buena la frase "Ladran, luego cabalgamos".

No quiero que este apunte en el libro de bitácora del vil Vilaseca se convierta en una nueva vuelta de tuerca a la estupidez humana, sino que me gustaría, desde aquí, animar a todos los que escriben por afición y decirles, sinceramente, QUE TODO ES POSIBLE.

En primer lugar, se deben a su afición, a su pasión por la letra escrita, y deben ponerse a ello con humildad y perseverancia. Todos hemos sido "manchafolios" en algún momento de nuestra vida, durante mucho tiempo incluso, y del mismo modo que el deportista entrena para mejorar, debemos también entrenar a base de ensayo y error, a base de textos simplones o exagerados que, con el tiempo, contemplamos con cierta ternura.

En segundo lugar, debemos aprender de los que, como nosotros, disfrutan sobremanera de la letra escrita por ellos, viven de ella o se han convertido en clásicos. A los últimos, los leeremos con veneración y gusto. A los segundos, los miraremos con cierta envidia y, aunque todo esto es arte en movimiento, evidentemente vivir a costa del libro es siempre digno de admiración, especialmente en los tiempos que corren. Y de muchos de los primeros, generalmente pedantes, repetitivos y creídos, procuraremos conocerlos lo mejor posible para no acabar convirtiéndonos en ellos.

Servidor, que ha vivido el "boom" del fanzine, de la revista escolar y de instituto, y de los que hacen religión de un libro o una palabra (en mi viejuno Bachillerato, la palabra era "obsoleto" y el libro era "El Señor de los Anillos"), sabe un poco de lo que habla. Es muy bonito tener quince años y pensar que eres la polla en vinagre delante de un teclado, pero al final siempre acabas siendo una mala copia de Anne Rice, de Tolkien o del autor de moda según la generación. Y, como aquí no se salva ni el tato, en mi caso fui una mala copia de Stephen King, hasta que me di cuenta que tenía un padre y un apellido molón de ocho letras, y había que darle lustre. Ahora dicen que soy una mala copia de Pérez-Reverte. Me parece cojonudo...

Se supone que ahora tendría que aconsejar al futuro literato acerca de sus posibilidades de mejora y perfección en una escuela de escritores, en un club de debate, etc... Personalemente, uno tiene que hablar de lo que le gusta lo justito para no resultar repelente (releo opiniones y tochos pasados acerca de un tema tan trivial como el Warhammer, y la conclusión es demoledora: Hay muchos gilipollas, pero yo acababa siendo, como poco, cargante...), así que haceros una idea de lo "megaguay" que resulta una caterva de gafapastas hablando de Proust y Mahler, como si realmente hubieran leído al primero y escuchado al segundo.

No me gustan las "reuniones de cerebritos" porque no es lo mismo escribir en primera o en tercera persona, ni tender a la descripción o a la concreción... ni tienen que ver una novela de terror o un cuento infantil.

Una forma tan buena como otra de darse a conocer son los concursos literarios aunque, de entrada, uno no se debe plantear ganar ninguno. En muchos casos, no son más que recursos editoriales para lanzar a un escritor en el que se confía "pete" el mercado en breve, y no siempre con buenas artes. Por no hablar de los concursos que se basan en la mítica frase de "El Sargento de Hierro" de Clint Eastwood: "Lame mi polla que yo chuparé tu coño" o, traducido al lenguaje culto, démonos palmaditas en la espalda mientras un montón de capullos aplauden sin intuir que esto ha sido un tongazo del copón y del cagarse. Ahora mismo recuerdo el certamen de relato corto avalado por cierta entrañable tienda, donde se tenía que escribir un relato sobre Warhammer... y acabó ganándolo una niña (el "ojito derecho" de alguien...), con un relato sobre un viaje astral, monísimo... que no tenía NADA QUE VER con el Warhammer. Así que, si navegáis por las procelosas aguas del concurso literario, no os escandalicéis si a alguien en particular le lanzan un flotador en forma de premio, con su nombre y apellidos grabados en letras de oro...

Al final, si todo va bien y acabas escribiendo algo "legible", tendrás dos opciones: La cara y rápida, o la barata y lentísima. La primera, pasa por contactar con una editorial honrada, ponerle un dinero sobre la mesa y pedir que te hagan sopotocientas copias de tu ladrillo; antaño pensaba que esta "broma" rondaba el millón de pesetas, y no andaba muy desencaminado. La segunda opción, pasa por visitar tantas editoriales como conozcas y les dejes una copia de tu "retoño", vendiéndote lo mejor que puedas para que alguna de ellas crea que invertir en ti lo mismo que piensas ahorrarte resulta realmente rentable, sobre todo en una época donde la gente escribe "hojos", "melon destrozao", "aber", "kes seso" y otras barbaridades más sin caérseles los cojones redondos al suelo.

Así que, rematando con las frases célebres, "sobrevive el que persiste". Así que persistid y ambicionad, "shurmanos". A mí me ha costado 33 años...

JOSÉ VILASECA

P.D: Muchos os preguntaréis qué tendrá que ver los palos y las piedras con la creación literaria. Sencillamente, he tenido la deferencia de agradecer en mi libro los ánimos que muchos han depositado en mí después de muchos años como "escribiente", pero no olvido de todos los que se han empeñado en zancadillearme durante ese mismo tiempo. Sirva este escrito para recordarles que me he sentado en el portal de mi casa, y solo hago tiempo para ver pasar frente a mí al cadáver de mi enemigo...

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