No me he querido meter en el charco del "pin parental", tan en boga estos últimos días, pero como padre y maestro quisiera expresar, brevemente, mi opinión al respecto.
La escuela debía ser un lugar sagrado para todos los gobiernos, donde se educara en materias y, al mismo tiempo, en valores, actitudes y ética, desde una perspectiva global y crítica, independiente del color político de quien gobierne. Quizá el mayor error de los gobiernos nacionales haya sido, desde la Transición, no llegar a acuerdos para un Libro Blanco de la Educación, que ofrezca contenidos comunes para los diecisiete reinos de taifas en que se han convertido las Comunidades Autónomas, y que asegure unos mínimos de calidad, un respeto a la diversidad y un conocimiento de los derechos y los deberes.
Me parece tan mezquino el adoctrinamiento religioso como el moral o político. Defender el creacionismo, el terraplanismo o dejarse llevar por el lobbismo, significa educar esclavos del sistema, independientemente del sistema al que nos refiramos.
Vivimos en un país donde, al tiempo que se pelea contra el "pin parental" en Murcia, se mira para otro lado en situaciones de aberraciones históricas o lingüísticas que aparecen en contenidos curriculares (y no extracurriculares, como ocurre en el caso de las charlas de género, ahora en el ojo del huracán), y que nadie afronta por temor a ser señalado como "dictatorial".
Volver al concepto de la Enciclopedia Álvarez (es decir, contenidos curriculares condicionados por el Estado), o poner a los niños y niñas al servicio del Estado (en un mundo cada vez más globalizado y cosmopolita), es un error gravísimo, que no debería estar justificado ni "blanqueado" por la comunidad educativo o, peor aún, por esa cultura que, cada día más, parece postrada a los pies de un solo partido político.
Da vergüenza pensar que, a fecha de hoy, al Gobierno le preocupa más la ideología que el fondo. Que sigue manteniéndose un sistema que obliga a adolescentes con ganas de trabajar o especializarse, a seguir aparcados en institutos hasta los 16 años, o que todavía nadie ha aclarado cómo podría salir adelante el proyecto de la "educación en casa", cada día más necesitado de una auténtica legislación.
Gracias por leer.
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