lunes, 25 de mayo de 2015

Castelloneando

Por circunstancias de la vida (de la vida literaria, en este caso), durante las últimas semanas me encuentro en proceso "evangelizador" en tierras castellonenses, tanto en cuerpo como en espíritu. No es que desconociera completamente la provincia que corona nuestro Reino centenario (uy, qué patriótico me ha quedado), pero mis visitas a ese maravilloso lugar situado entre el Cenia y el Palancia (más o menos), se limitaban a un par de escapadas vacacionales a Peñíscola y un recorrido terrorífico, de vuelta de un Torneo de Warhammer en Zaragoza, con mi madre a través del puerto de Morella.

Pues verán, amigos y vecinos (y algún talibán suelto de los que todavía sigue este blog por puro masoquismo); he de admitir que tengo un romance (ortográfico) con una bella doncella de Vila-Real llamada Sicilia Nuño que, miren qué cosas, regenta una pequeña editorial. Como soy un guarrete, comparto su sección radiofónica (erótica) mientras ella me acompaña en mi sección radiofónica (raruna). Y como soy un vendido y un pelota, le voy ayudando con su editorial Edisi, que es un proyecto bastante majo para promocionar autores noveles con un buen libro entre manos (y que, al menos, es lo suficientemente honesta como para no organizar votaciones masivas de sus propios libros en Amazon, a diferencia de otros...)

 Portada de Tus ojos en mis hojas - El texto de la izquierda lo he perpetrado yo...

Con todo, ya he tenido el placer de conocer a varios autores locales e incluso de ayudar a revisar o maquetar sus manuscritos (Ángeles Masones, de José Sanchís o Tus ojos en mis hojas, de Isidro Carbonell, pasaron por mis manos), además de poder participar en la Feria del Libro de Castellón y en la de Vila-Real que, para un año está mejor que bien.

Con María Rubio, intercambiando rehenes en forma de libro

En la primera, por cierto, tuve la celebrada casualidad de toparme con nuestra querida (y no sé si recordada u olvidada) Éphira (léase Miriam), a quien ya dediqué algunas palabras cargadas de maldad y vilasequismo hace más de un lustro (¡cómo pasa el tiempo!), y que ofició de cuentacuentos durante la jornada que compartí mesa de autores con José y María Rubio, la jovencísima escritora de La vida de un soñador. Este fugaz encuentro me demostró que, para lo bueno y para lo malo, la vida nos pone en el lugar que nos corresponde, y que cuando alguien te diga oye, a ver si compro tu libro y me lo firmas, tienes que correr como un condenado en dirección a la pila de tus legajos y colocárselo debajo de la nariz para que se rasque el bolsillo y no se escape. Porque, claro, se escapó sin rascarse el bolsillo...

Y aquí me tienen: en un lugar que ni en mis mejores sueños hubiera imaginado hace unos cuantos años. Escribiendo, publicando, vendiendo, firmando y ayudando a que otros lo hagan. Como siempre, esa pequeña parte de mí, caótica y vengativa, se sentiría especialmente satisfecha de empezar a repartir el clásico ¡zas, en toda la boca! a muchos de los que metieron palos entre los radios de mis ruedas, pero créanme que, ahora, no es por falta de ganas. Es por falta de tiempo.

José Vilaseca Haro

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