miércoles, 29 de abril de 2009

Manchapizarras sin vocación alguna...

Ayer mismo, una buena amiga me contaba un problema que arrastraba con su tutora desde hace varios meses y que le acababa de estallar en las manos. Como le dije, el mayor lastre de alguien que pertenece al sistema educativo, bien como alumno, bien como docente, es que en ocasiones te toca lidiar con toda suerte de gentuza que estaría mejor en un corral (en el primer caso), o que jamás debería haber sido llamado por las dulces voces de la vocación (en el segundo).

Como uno ha sido cocinero antes que fraile, o maestro antes que villano de "comic", todavía siento un nudo en el estómago cuando aquellos afortunados capaces de aprobar una oposición, dejarse embelesar por los "kikos" o dar buen uso a las rodilleras en el despacho del director de turno, y poder trabajar como docentes a pie de aula, hacen poco honor a los que sín ha sido capaces de dotar al Magisterio del lustre que merece.

Vaya por delante que, cada vez que se habla de la "inutilidad" de la Diplomatura de Magisterio, o se hacen chistes a nuestra costa, a mí me suelen salir las garras de Lobezno y tiendo a morder. En la yugular. Sobre todo porque pienso que Magisterio no debería ser una diplomatura sino una licenciatura, y que los cuatro meses de prácticas deberían transformarse en un curso entero, con proyecto curricular incluído.

Y, sobre todo, que esa memez como un piano llamada Curso de Adaptación Pedagógica, que permite a cualquier tonto del culo con circo cursos a sus espaldas, ponerse delante de veinticinco chavales y hacerse llamar "maestro", fuera abolida por decreto ley, y transformada en un Master de, como poco, dos años (con medio curso, mínimo, de prácticas). Porque el mayor desprestigio para nuestra profesión es que un mindundi ocioso con la licenciatura debajo del brazo y sin ninguna vocación, compita en igualdad de condiciones con los que SÍ nos dedicamos a esto, vocacional y profesionalmente, y cope las plazas de Secundaria, justo cuando la evolución de los chavales es más complicada y necesita de un mayor conocimiento de sus circunstancias.

Tarde ha entendido esta sociedad que un pasado donde la policía podía multarte por darte un beso en la calle, o un profesor podía romperte una regla en los nudillos por no saber la lección, no implica querer crear un futuro donde la policía solo sirve para acusar de fascista al estado, y los maestros convertirse en el tentetieso de muchos niñatos tocahuevos de papases y mamasas con demasiado tiempo libre. No solo debemos dotar a los docentes de una defensa legal completa y de un estatus similar al del funcionario público, donde cualquier agresión hacia su persona se considere atentado, sino que debemos exigirles una preparación mucho mayor que la que ahora mismo tienen (tenemos), evitando en todo lo posible que se limiten a fichar, a corregir exámenes con bolígrafo rojo y a pasar la mano a final de mes.

Esto no es una cadena de montaje, donde la pieza defectuosa se desecha y ya vendrá otra. Esto es nuestra sociedad, nuestro país, y cualquier pieza defectuosa es un delincuente en potencia, una boca que alimentar con las subvenciones y prestaciones cada vez más difíciles de conseguir por parte del Estado, y no está la cosa como para no querer darse cuenta de que el cajón de las piezas defectuosas está cada vez más lleno, y cada vez salen menos piezas adecuadas de la maquinaria educativa.

Como le dije a mi buena amiga, le iba tocar hacer de tripas corazón y obtener resultados por ella misma, y desde aquí sigo deseando que lo consiga. Pero, por otro lado, sigo pensando en las ventimuchas piezas defectuosas que comparten su espacio en el aula, y a la operaria inútil que sigue manchando la pizarra, corrigiendo exámenes con boli rojo y cobrando a fin de mes, solo porque ha sido capaz de cantar, delante del cura, que para ser un buen kiko, hay que tener por lo menos cinco...

JOSÉ VILASECA HARO

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues la verdad, yo llevo ya mucho tiempo ejerciendo como profesor sin haber obtenido otra formación pedagógica que el CAP y no me va nada mal.

No digo que el CAP sea un buen curso, eso sería la estupidez más grande jamás emitida. Digo que simplemente, es innecesario.

Mi experiencia me dice que para ser profesor hacen falta tres cosas: conocimientos, carisma y sentido común. Y ninguna carrera, llamémosla magisterio, pedagogía, o cualquier otra (másters del universo incluídos), puede formar el segundo y tercer requisito. Tengo multitud de compañeros que carecen de ellos y no creo que un máster les solucionara su incapacidad para dar clases.

Ah, y si tenemos demasiadas piezas defectuosas en las aulas es por que se las promociona automáticamente. Dices que la institución educativa no puede ser una cadena de montaje donde se descartan las piezas defectuosas. Pues ojalá lo fuera, a lo mejor así evitábamos tener los peores coches de Europa.

TITO LIVIO

José Vilaseca Haro dijo...

Estimado Tito Livio:

Solo un apunte. La "promoción automática" me parece tan inadecuada, o incluso más, que el simple "desechar la pieza". No sé qué es peor, si tener un baúl lleno de piezas defectuosas, o un vehículo repleto de ellas.