lunes, 4 de marzo de 2013

Mudanza de sentimientos

Estoy de mudanza. Hurra

Coñas aparte, los traslados son esos momentos en la vida donde uno tira alegremente un sinnúmero de trastos inútiles que guardaba sin razón aparente, donde descubre objetos perdidos y olvidados, y se presenta una oportunidad única de hacer borrón y cuenta nueva para muchas cosas. Como bien dice mi santa esposa, una nueva etapa comienza.

Generalmente, para empezar algo hay que terminar primero otro algo. Lo que se torna difícil para alguien con memoria de tísico como yo. Sin embargo, esta vez estoy dispuesto a hacer una excepción y poner lápida y flores a toda clase de cadáveres: oportunidades perdidas, amistades marchas y,en general, muertos poco frescos.

Empezaré por liquidar y seguramente malvender el Warhammer Fantasy que, visto con perspectiva, me ha supuesto muchos más disgutos que alegrías. Surgen como por generación espontánea, de las estanterías que voy desmontando, cajas llenas de miniaturas de Dios sabe quién, que nadie reclamó cuando regentaba mi tienda, y que imagino podré pintar y vender por un módico precio. La verdad es que cada vez que las veo recuerdo las horas mal invertidas en tablas y normas que la geste denostaba en público y usaba en privado, como Aznar el catalán, y pienso cuántos libros podrían haber salido de allí. Mejor no pensar, ¿verdad?

Como ya llego a una edad, he optado por convertir esa pila de cómics adorables en tomos bien cosidos, que "lucen" hasta en el mueble del comedor. Y todos aquellos menos decorativos (Kiss Comix, por ejemplo, que fueron compañían en las largas y frías noches de mi despertar sexual), entrarán en el mismo saco que las miniaturas y serán vendidos.

Oxidadas sartenes se cambiarán por otras de fondo cerámico, y la vieja jabonera de rejilla será sustituida por un juego de baño con algún coloracho chillón...

Pero un cambio vital no sólo se basa en jubilar la porcelana y regalar algún juego de café, sino hacer examen de conciencia, y alejarse de relaciones tóxicas. Falsos amigos que te orbitaban por simple interés y que desaparecieron cuando venían mña dadas. Gente que, como esa camisa vieja y raída, no te atreves a tirar y sigues guardando por si acaso: Por si acaso adelgazas, por si acaso vuelve a ponerse de moda... pero que pasan los años y, aparte de no perder ni un gramo, sigue siendo tan hortera como cuando la colgaste en su percha la última vez. Sin molestar demasiado, pero ocupando un hueco en el armario, igual que el pretendido amigo mantiene un espacio en tu agenda, en tu tiempo y en tu vida, que podría ser de otro o, simplemente, ser un vacío que sirviera para airearte.

Así, mientras busco sitio para is espadas y le doy forma a mi sofá, al más puro estilo Homer Simpson, me dispongo a finiquitar relaciones y dejarlas en la puert de casa, y que se las lleve quien quiera: Personas que me han defraudado, relaciones que ya nunca serán lo mismo, amistades terminadas en definitiva.

En otro momento quizá podría sentirme mal por hablar en estos términos; pero, con mi edad, y mi vida donde están, pienso en lo mucho que les he dado (atención inmerecida, respeto a una palabra que no han respetado, tiempo y paciencia frente a sus actos, presentes y regalos de todos tipo...), y pienso que si no soy quién para exigirles que me devuelvan el rosario de mi madre, y se queden con todo lo demás como decía la canción...que, al menos, tengan la decencia de no cuestionar mis decisiones

José Vilaseca